martes, 29 de abril de 2008

Mi Pimer Muerto

Una Historia. Una Guerra 29 años después. Tercera Parte

Ese día de noviembre, cuando la brisa me recordó que la navidad estaba cerca, el viento acarició mi piel de manera especial; ese día de paz encontré mi primer muerto, el primero de tantos en la ofensiva, de la cual yo era testigo. Hasta entonces los muertos eran tan comunes, uno más, uno menos; qué más daba, me había vuelto tan insensible, quizá por autodefensa al horror, al error humano

Quienes asesinaban con barbarie se esforzaban por realizar "obras para inmortalizarlas en la memoria". Cada uno de esos muertos, tenía su propia historia, una historia no contada. Cada muerto era un hijo o un esposo, un hermano quizá, un novio o un a novia, un genio o un vago, un papá o un desconocido, lo que fueron no importaba, su esencia, esa donde radica la vida de verdad había abandonado el cuerpo, y se fusionaba con el Todo. Sin embargo, para los que estamos aquí, el espectáculo era dantesco, siempre, después de tanto tiempo no me había acostumbrado a los muertos, mi mecanismo de defensa falló.

El día en mención, después de reflexionar unos 19 años, el que más me impacto fue un anciano de unos 65 años, con un pañuelo blanco en su mano derecha, un pañuelo bordado, un pañuelo que significó para él una esperanza de ser respetado, una esperanza de vida; el pañuelo estaba tomado firmemente entre su pulgar y su dedo índice, como que en su rigidez mortis, reclamaba que su esperanza de estar vivo, el pañuelo, fue ignorado.

El anciano asesinado tenía cerca de su mano izquierda un cartón de huevos y una bolsa de frijoles, de frijoles de seda. En su mano derecha, un teléfono 27…., algo escrito con tinta azul. Su frente estaba perforada por un proyectil de alguna arma que había dejado un gran hueco en ella. Frente a él, y frente a nosotros un soldado que dice, quemen a este "hijueputa" que´s guerrillero, y le pega una patada que obliga al cuerpo ya sin vida a voltearse, lo que deja ver gusanos y toda su masa gris putrefacta detrás de su cabeza. Sin morbo, sin dolor, sin palabras sin razón, que tristeza.
El anciano acaso fue confundido con un guerrillero que había disfrazado las granadas de huevo, la metralla de frijoles, pero tal vez y solo quizá, fue la víctima de alguien que tenía sed de muerte, alguien que no sabía que mataba al Hijo de Dios que vive en cada uno, que se mataba solo, que moría a pausas cuando crucificaba, que moría de odio, en defensa de la patria.


La desolación que sentí fue profunda, un sentimiento al que no puedo llamar tristeza, pues esa es poca, es una ausencia de todo, una agonía que invade tu ser de manera total, no hay un espacio de ti que no sienta, que no respire impotencia, es una esfera que te cubre, y te penetra, que no respeta, que no entiende.

Me sentí en el infierno, el infierno que escogí vivir en algún momento, y que otros se encargaron de protagonizar a la perfección; hoy cuando reconozco que el infierno no existe, pero que puede ser un estado del ser, ese sentimiento estaba en sintonía y misma frecuencia para muchos salvadoreños, o al menos algunos, a ese estado no le tengo miedo más. Pero no quiero que nadie lo viva, no quiero que se repita, no para los niños, no para la gente, no para nadie. Hoy puedo elegir, hoy elijo la vida, hoy elijo ser feliz, hoy sé que puedo elegir y que puedo cambiar cualquier cosa que elegí atrás.

Lloré sin quererlo, en silencio pues podía ser pecado mortal con condena inmediata que eso se viera; mis lagrimas se salieron solas, sin que las llamara rodaron por mis mejías, mojaron mi camisa, y luego cayeron al suelo, donde se mezclaron con el polvo, lugar de donde no saldrían jamás. En ese instante recordé mi frase, Padre aún y cuando este en el infierno, aún allí te voy a seguir amando, y aún allí te seguiré pidiendo, te amo Padre. Súbitamente sentí un Lo sé Hijo, Yo te amo a ti, de verdad volvió la paz a mí.

Dieciocho años y cuatro meses después, cuando estoy aprendiendo a desaprender la muerte, el pecado, la religión, la culpa, y empiezo a recordar el Amor, a nuestro Padre, al verdadero Dios; entonces veo a mi país como un lugar al que le debo dar más amor, pues es lo que más necesita El Salvador.

2 comentarios :

Unknown dijo...

Te felicito por las historias. La que me gusto mas es la de los multis y la carajita que le hizo lo que los italianos denominan "Il Bocchino" a tu amigo.

Me refiero que me gusto mas por el estilo de escribir usado en esa.

Si lo podes repetir en tus proximas historias, te favorecera mucho, fue verdaderamente bien estructurada, con buen narrador y con hilvanacion en los pensamientos de manera tal que no tenias una obra dulzona ni una obra extremista politica.

Te fue bien con esa, muy bien.

Saludos,

Unknown dijo...

Te agradezco mucho, trataremos en la próxima de hacerlo con el mismo estilo.

Gracias por leer y visitar mis escritos.

Saludos