Expresiones Salvadoreñas, V 2.0

Lo que nos hace salvadoreños, como las pupusas, son nuestras expresiones. Este post quiere contrubuir a rescatar de la memoria algunas de nuestras expresiones, que nos identifican como pueblo, como hermanos, como amigos.

Enfermedades Exclusivas de los Salvadoreños

Una pequeña recopilación de enfermedades exclusivas que solo los salvadoreños nos damos el gusto de padecer".

Los Mejores Apodos de El Salvador

Los Mejores para poner apodos en el mundo entero, somos los salvadoreños, para muestra un botón, ¿Puedes colaborar con esta lista?

Los Salvadoreños de Gabriel García Márquez

Este bello cuento se lo atribuyen a Gabo, unos dicen que es para otros pueblos, pero yo como salvadoreño, creo que es de Gabo para nosotros, los salvadoreños

Los Niños Migrantes, ¿Crisis Humanitaria en la Frontera?

La inmigración ilegal de niños no es hablar de madres desnaturalizadas; sino de un testigo mudo, de una angustiosa realidad

lunes, 30 de junio de 2008

Deportado, Cuarta Parte

DEPORTADO (Cuarta Parte)
Escrito original de Daniel Joya. El correo de Daniel es danjoyas@yahoo.com.
Nota de Moro: Deportado es un viaje a nuestro país, a la verdadera esencia nuestra, las historias de nuestra gente, de generaciones enteras, que se repiten en diferentes escenarios, es una historia vigente. Hoy por hoy estamos viviendo el libreto de una realidad desgarradora, que separa seres queridos y solapa, vicios sociales.

Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de espera. Parado en la acera no se recuperaba del choque contra la nueva realidad de su país. En algún instante hubo de titubear antes de encontrar la salida hacia la calle, pero salió con paso firme, sosteniendo la bolsa de nylon en la que portaba dos camisetas, un blue jean, dos calzoncillos, un par de sandalias y el Nuevo Testamento que le regalaron en la cárcel.

Esos predicadores evangélicos son como garrapatas; pasan por los centros de reclusión entregando copias del Nuevo Testamento y una vez te echan el ojo comienza el adoctrinamiento. No te dan agua repitiéndote que Cristo te ama, que dio su vida por ti, que solo necesitas creer en él para salvarte del infierno, en fin, te atiborran de Biblia y testimonios de convertidos, luego sin que lo notes te critican sin paños tibios, inculpándote de tu misma desgracia. Por ultimo aceptas que estás caído cual escoria y terminas con los ojos cerrados, saturado de remordimientos de conciencia, llorando a mares y clamando al Padre Eterno que te perdone por los pecados que recuerdas y los que ya olvidaste, las faltas que quisiste cometer y las que pudiste haber cometido sin darte cuenta. Una mañana de domingo, estos hermanos llegaron como de costumbre hasta su centro de detención y hallándole deprimido le torcieron la voluntad para que aceptara el plan de salvación. Ahora dudaba si lo que pasó en realidad fue por fe o para quitarse de encima a los insistentes evangelistas. Mito, seudo ficción o la pura neta, el caso es que entre sus colegas de prisión, algunos habían sido transformados por esa ola pentecostal y ahora antes que armar rencillas o imponerse bravucones, no hacen más que predicar el evangelio a sus camaradas, oficiales y visitas.

La mañana de su cuestionada conversión amaneció con los ánimos por el suelo. Y es que en la larga noche que precedió su mente estuvo clavada en la casa. Sin saber si soñó, se tele transportó o si sufrió descompensación de la realidad; miró a todos en la sala, con los rostros largos, vomitando frases de lamento por su detención. Ahí también estaba su amigo Raúl, puesto a la orden para lo que se ofreciese. Después todo quedó oscuro y al siguiente parpadeo se remontó a la casita de la masacre. Volviendo en sí de su desmayo preguntó si acaso lo ultimo que creyó haber visto y oído no fueron sino productos del ataque epiléptico. No le importaría que el lugar donde sucumbió fuese el mismo, mientras las muertes inocentes no hubieren ocurrido. Enmudecido por la impresión, rechazaba lo que topó contra su vista; el yatagán del Sargento de su Sección se erguía clavado en el estomago de la preñada y la cabeza del viejo hubo rodado hasta sus pies. Deprimido por los recuerdos, pidió perdón al Santísimo y a las mil vírgenes por las

balas que disparó antes de entrar a la vivienda. Le dolía la mollera, se le hincharon los ojos, la saliva se le amargó y esa noche se alargo en exceso, no habiendo sido capaz de conciliar el sueño sino hasta entrado el amanecer. A buen seis de la mañana despertó temblando de frío en la calurosa celda, se hincó con esfuerzos y como no sabía orar se tragó la profunda necesidad de desahogarse ante Dios.

Pasado el respectivo chequeo de aduanas y del récord criminal ante los agentes de INTERPOL, logró moverse sin trabas entre la multitud que ansiosa juntaba las miradas contra el único punto de evacuación de pasajeros en el aeropuerto de Comalapa. El tumulto se parecía en cierto modo a las fiestas patronales de su pueblo. Viejos con sombreros y reloj Citizen mostrando las hendiduras en sus rostro y cuello, niños chineados, otros haciendo sus primeros pininos tomados de los brazos de alguno de sus padres, luego las manadas de cipotes que seguían por orden de edad hasta los más robustos; esos que quizás ya no recordaban como eran sus progenitores alejados en la búsqueda del dólar. El también tenía un hijo en El Salvador o asumía tenerlo de su tiempo en el servicio militar. Mientras estuvo destacado en la Costa Usuluteca se enredó con una muchacha a la que abandonó conocido el embarazo. No volvió a buscarla para evitar las responsabilidades de la paternidad; sin embargo, antes de emprender el viaje decidió visitarla no fuera que más tarde apareciese reclamando cuotas alimenticias no pagadas. Las segundas razones de la búsqueda serian los diceres de uno de sus antiguos camaradas del cuartel, quien le comentó haberlo conocido en un torneo de foot-ball y juraba le salió su vivo retrato. La ultima y no menos importante razón era ese sentimentalismo que se apodera de algunos previo a partir a tierras lejanas, no sabiendo lo que le esperaba por el camino, ni lo que pasaría al otro lado de ser un viaje exitoso, tampoco estaba seguro que volvería. Verlo al menos por una vez evacuaría ese pendiente.

Tres días antes del auto-destierro al Norte madrugó a tomar el bus que lo llevaría a la Costa Usuluteca. Para su sorpresa le informaron que Lorena, como se llamaba la bicha que él tuvo la dicha de hacer mujer, se trasladó a la capital sin que nadie supiese exactamente de su paradero, oficio y demás detalles. Le contaron que el día de su traslado a San Salvador caminaba acompañada por un hermoso niño de dos años y medio, ojos cafés como los suyos, al que bautizaron con su mismo nombre. Una de las cosas que más le mortificó de ahí en adelante y que nunca compartió con nadie, mucho menos con su esposa, fue ese remordimiento de padre irresponsable, que renunció a su suerte al primer fruto de sus espermas. ¡Como deseaba conocerlo, abrasarlo, pedirle perdón e iniciar un nuevo capitulo afectivo con ese producto de su sangre!. A lo mejor la deportación lo devolvía a su tierra para darle la oportunidad de hallarle, ofrecerle el anhelado abrazo y de allí partir en una estrecha relación paternal.

A pesar del abandono de su primer hijo, sentía ser un padre proveedor. Desde el nacimiento hasta su adolescencia, se había sentido orgulloso del hijo mayor, el segundo para ser más exactos, dada la existencia del desaparecido. Este su muchacho, nacido a los seis meses de matrimonio, sano y robusto, piel oscura cual la suya, salvo que el retoño no aguantó los fuertes soles que el padre tuvo que pasar durante la niñez, trabajando en el campo para ganarse la vida. Bueno, como sea, este cipote no le salió pecho inflado como él y los parachutes de la Fuerza Aérea, sino hombros caídos y pelo de rancho, muy distinto al suyo, semejante al de Ramón, uno de los hijos mayores del hacendado del caserío y para rematar tirándole a tartamudo igual que el susodicho. Los primeros años de vida de Nicolás, como bautizaron al retoño, distaron de manera positiva de los suyos. La niñez de José si que fue dura, a los doce años trabajando junto a los adultos por la mañana, ya que la tarde pertenecía a la escuela. Así aprehendió a leer y a soñar con la superación.

Con todo lo dicho, su varoncito salió cascorvo, a diferencia del papá y por ahí decían las malas lenguas que de no saberse la paternidad se le atribuiría al propio Ramón, amigo de la familia que sirvió de mensajero cuando José andaba cortejando a la Rosa. Ese primer hijo (técnicamente el segundo), no sufrió lo arduo de las labores agrícolas, sin embargo, a sus dieciséis años se aburrió de esperar el envío mensual de remesas, pidiendo a los padres que lo mandaran a traer de inmediato so amenaza de emprender el viaje por su cuenta. No lo tomaron en serio hasta que hubo partido, solo, de repente, con cincuenta dólares en el bolsillo. En el camino consiguió trabajo por un año en Guatemala, de ahí avanzó otros cuatro meses a Méjico donde cargó bultos en una terminal de trailers. Jugándose más tarde la aventura de polizón en los trenes cargueros, logró cruzar por Phoenix, estado de Arizona. Pidiendo aventón llegó a Maryland y precisamente cuando rezaban por el aniversario de su muerte presunta, se presentó al apartamento vivito y coleando.

Nicolas o Nico para decirlo en corto, engendro de la aventura, siempre fue un muchacho muy precoz, aprendió a leer a los cinco años, a los diez trabajó a escondidas arreando ganado unas veces para el tiangue y otras para cuatreros, probando las bielas o cervezas una vez recibido el primer salario. A sus veinte abriles conocía prácticamente de todo; variedad de drogas, tragos que iban del wiskey al alcohol puro, prostitutas de diferentes precios, colores y tamaños, cárcel por driving under influence (DUI), dos deportaciones consecutivas, tatuajes extravagantes dibujados por él mismo bajo la influencia de sustancias alucinógenas, e incluso un par de sesiones de éxtasis en colectivos bisexuales. Terminada su High School decidió parar los estudios y aunque tampoco trabajaba siempre andaba algún dinero en los bolsillos. Contaban los conocidos que a veces lo miraban entre miembros de la Mara Salvatrucha, una pandilla a la que desde su tiempo en El Salvador soñó pertenecer. Obtuvo la residencia permanente luego de la petición de su madre y con motivo de ciertas felonies le fue revocada por las autoridades de inmigración. El padre siempre quiso hablar con él pero nunca cultivó la confianza que propiciara tal plática, además su trabajo le robaba el tiempo necesario para esa reunión

domingo, 29 de junio de 2008

Deportado (Tercera Parte)

DEPORTADO (Tercera Parte)
Escrito original de Daniel Joya. El correo de Daniel es danjoyas@yahoo.com.

V
Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de
espera. Antes que palpitar de emoción, el corazón de José estaba severamente
resquebrajado. Se preguntaba porqué nadie puso paro a su abuso del alcohol, renegando
de la clase de ejemplo que dio a los suyos. Extrañaba el hogar por el que tanto luchó en la
vida, hoy a miles de millas de distancia y que era solo otro hogar normal, ordinariamente
normal; normalísimo al colmo de aburrir. Hasta entonces pudo darse cuenta que algo
faltaba en su casa para darle llenura. Mas que los muebles y el televisor pantalla gigante,
o el stereo con home thearer sonando a todo mecate, o los vehículos altivamente
expuestos en su driveway, o los colores, adornos, y pinturas de la sala, su morada
reclamaba cuotas de vida, calor doméstico, una que otra bromita tonta rompiendo la
monotonía, muestras de afecto, compartir en familia; todas esas cositas insignificantes
que acumulan retazos de felicidad.
José como muchos de los emigrados se enorgullecía de su aposento,
materialmente envidiable, pero falto de encanto; obra artística en constante renovación
que se dio el lujo de adquirir antes de su construcción y la que mas adelante modificó,
adornó, le mezcló colores, y amuebló de acuerdo a ejemplos tomados en cada open house
que se atravesó en su ruta. No obstante la fineza en el gusto, su morada, en sentido
estricto, venia a ser un conjunto imperfectamente ligado de seres, momentos y objetos;
solo la presencia del hombre conectaba aquel hogar hispano de familia extensa, incluidos
los abuelos que en los meses del verano venían desde el El Salvador. Ni los cuentos de
camino real de los viejitos podían rellenar el vacío existente, ni romper con la tediosa
rutina enquistada entre drywal y siding. Más que las paredes, la familia entera se condenó
a la falta de cambios. Todos parecían nacidos para levantarse en la mañana, arreglarse,
salir al trabajo o la escuela, llegar de regreso, chatear y llamar por teléfono, comer antes
de lavarse los dientes, pegarse por un rato al televisor, acostarse y volverse a levantar
para seguir consumiendo el tiempo hasta que la muerte o el destino impusieran alguna
variante. En ese cobijo de casi extraños nada parecía excitante transcurriendo los días
fastidiosamente largos, con todos afanados en repetir las mismas prácticas. Eran días
secos que acontecían sin detenerse a reelaborar la existencia, ni darle nueva dinámica a
las relaciones intrafamiliares.

La felicidad en el hogar, el bienestar de su familia, la compañía de remodeling,
que venia a constituir la vertiente del patrimonio familiar, pero ante todo los hijos; únicos
por los que la pareja decía luchar resumían la causa de la desmedida dedicación al
trabajo. A pesar de los esfuerzos enrumbados en una sola dirección, el hogar; ese nudo de
inmigrantes protegidos bajo el mismo techo incorporaba más individualidad que sentido
de familia. De no ser por los lazos sanguíneos y la figura patriarcal no se encontraría
entre ellos otro punto vinculante. Fuera de compartir la cocina, los muebles de la sala,
trastos y cubiertos, baños y servicios sanitarios, cada uno vivía su propia vida, se movía
conforme a su agenda personal y decidía lo que le venia en gana. Fue precisamente el no
tener reglas rígidas la regla implícita en la casa. Para no quedarse burlado por su falta de
mando, el hombre se jactaba públicamente de ser un padre proveedor y tener la última
palabra en los asuntos de la familia, más con un par de copas raspando su hígado el tipo
reconocía ante Raúl, su amigo íntimo, carecer de la hombría necesaria para recuperar la
autoridad de progenitor y marido.

Jose, padre y cabeza de familia, descuidó el rol ganado el mismo día en que con
su mujer y descendencia se dispusieron a la aventura de separarse temporalmente para
luego reencontrarse al otro lado del Río Bravo. Unos veinte años atrás, a finales de los
80s cruzó al Norte sin papeles, ignorando el idioma, endeudando al alma pero abierto a
que el destino le permitiese devengar cuanto fuese útil para el porvenir de los suyos. Su
prioridad de entonces era emigrar a los que quedaban pendientes de expatriación.
Después de tres semanas de travesía llegó a Los Ángeles, California, colmado de
ilusiones y proyectos, prometiéndose que sus hijos existentes y no-nacidos jamás pasarían
por penas monetarias parecidas a las suyas. Quería darles todo lo materialmente necesario
para que no surcaran en las penurias y privaciones que permearon su infancia. Los soñaba
creciendo robustos, bilingües o poliglotas, highly gifted, graduándose de doctores,
abogados, ingenieros o de perdidas que tomaran eventualmente las riendas de su empresa.
A consecuencia de haber decidido abandonar la patria el hombre ahora ganaba
buen dinero mediante su trabajo en la construcción, sus jugosos ingresos le permitían
darse el lujo de poseer una casa grande y bonita, tres vehículos, muebles finos, closets
vomitando ropa de marca, un master bedroom con jacuzzi incluido, bar en el basement y
el televisor de treinta pulgadas en la sala principal. Lo tendría todo de no ser por dos
cosas que aún no superaba; la primera venia a ser su ingles tarzaneado con el que,
cometiendo errores garrafales de gramática, se comunicaba eficientemente de tú a tú con
los clientes no latinos. El segundo motivo que le robaba neuronas era su sueño de volver
a la tierra donde abrió por primera vez los ojos, comprase un terrenito en zona fértil, y
hacerse de un hato de ganado, docenas de cerdos y cientos de gallinas indias. Quería estar
de vuelta en su cantón para morir de viejo, que su velación ocurriese ahí por octubre,
época propicia para devolver al creador su hálito de vida, agonizar acostado en una
hamaca de pita bajo el corredor de su casa, entre el olor a yerbas de escobilla y cuatro
palos de amate mecidos por la brisa del iniciante verano. Medio afogonado por las
cervezas, siempre comentaba de su casita al pie de la loma; es decir, la choza de
bahareque donde creció, los palos de mango liso en el patio de la casa, el zacate jaragua
donde pastaba el par de vacas lecheras que por cierto vendió para emigrar a su esposa e
hijo mayor. Añoraba volver a bañarse con los colores difusos del amanecer campirano,
pasar entre la milpa con matas de tres mazorcas y un jilote, revivir a sus nietos las
historias de sus cuatro años sirviendo en el ejercito y deleitarse con el aroma de las
quesadillas de arroz.
Al sentir como las ironías de la vida le colocaban de regreso en circunstancias
fuera de su control, cuatro gruesas y saladas lagrimas le rodaron por el pegue de la nariz
hasta confundirse con la humedad de sus labios. Todo era distinto a lo pre-aprehendido.
Lejos de cómo lo evocó una y cien veces, la realidad de su suelo patrio se le presentaba
riñendo con la vieja descripción que todavía conservaba; definitivamente su país se
extralimitó en cambios exageradamente. Le faltaba moverse por la ciudad pero de
antemano respiraba esa sensación de saberse extraño en su propia tierra, desajustado en
su medio social, por el que sin medir las consecuencias de su entrega estuvo dispuesto a
ofrendar la vida mientras fue soldado (Sub-Sargento, para aclarar) y en el que todos
parecían olvidar acerca de su proeza. Esa no era la forma de recibir a un veterano de la
institución castrense, héroe de la pasada guerra civil, que combatió fiero defendiendo a su
gente del comunismo; un titán que en su nueva misión de hermano lejano contribuía al
envío de los dos o más billones de dólares en remesas anuales, sin las que su país se
moriría de hambre.

No sabiendo como reaccionar ante el nuevo diseño del viejo escenario, entre
molesto por los cambios y entristecido por su tragedia, solo notaba que algo andaba mal,
sin entender si ese medio no le ajustaba o era su persona la que ya no cabía. De nuevo le
llegó la sintomatología que por infinidad de días le venia aquejando; comenzó a sudar a
chorros mientras su fornido cuerpo tendía a temblar con un frío fúnebre que le afligió.
Sentía los pies flojos, un vacío en la boca del estomago y sabor amargo en el paladar. Por
un instante se transportó al rancho de sus remordimientos, miró la sonrisa maquiavélica
del Teniente, el cuello cortado y vaciando sabia de vida en uno de los niños, el comal
colgado chispeado de sangre, la chinchorra rota al centro, la cama de cordel tapados por
un viejo petate a un lado de la puerta, el cántaro quebrado sobre el tapesco y el chorro de
agua salida de este. El oficial recargó el M-16 y disparó los treinta cartuchos de la ráfaga
contra los cuerpos ya de por si aniquilados. Hasta los perros de los alrededores dejaron de
aullar para dejarle otra vez desplomarse sin pedir la venia del oficial al mando.


VI
Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de
espera. Ausente por más de una década, ahora volvía a la tierra que lo parió, no como lo
esperaba en sus planes previos. Siguió caminando entre la masa humana como
escondiéndose de caras conocidas, pues le avergonzaba su condición de deportado;
deseaba salir cuanto antes de ese entorno turbio a que lo forzó el destino, para evadir
frases o comentarios que pudieran herirle.
Ya afuera, quiso tomar control del terreno. Se paró justo al centro de la acera,
sofocado por la fuerte corriente de aire caliente que, habiéndole esperado por todos esos
años de alejamiento, le salió al encuentro con violenta bofetada. La temperatura del
ambiente era insoportable; el cuerpo parecía deshacérsele en agua; extrañaba el aire
acondicionado de su casa y las cervezas heladas que nunca faltaban en su refrigerador.
Añoraba también la familia y sus peculiaridades, la bulla de los hijos argumentando a
buena mañana y el camisón rosado, transparente y terso de su mujer viniendo despeinada
a servirle el café. Como lo dijeran algunos de sus empleados, la vieja todavía tenía sus
esquinitas buenas y motivaba un par de rounds. El saber que su esposa era codiciada le
mataba de celos, pero a la vez llenaba su ego; tener una mujer apetecible le enorgullecía.
No fueron fáciles aquellas semanas en la cárcel. Su vigor desmejoró en tanto
estuvo preso, sintiéndose debilitado por la inapetencia; desgano que se profundizó al
presenciar las medidas poco higiénicas al preparar la comida. Agobiado por su tos de
perro, chorriazón de mocos, escalofríos, acides estomacal y diarrea continua, con los
ánimos por el suelo, apaleado por el destino y la salud cada día más jodida en alguna de
las noches consideró suicidarse. No se mató para no dejar a los suyos las cargas del
sepelio. Al final, siguiendo vivo seria probable reasentarse eventualmente en el seno de la
familia.
Tosía, con una tos seca que raspaba su garganta. Presentía que su temperatura
rebasaba los treinta y nueve grados, que perdió al menos veinte libras de gordura, que las
ojeras le crecieron buscando escuchar alguna respuesta al nuevo reto. Pensar en su esposa
revivía un área de su ser que por algún tiempo colocó en segundo plano; le remordía no
haber hecho el amor a su mujer las veces que estaba seguro le provocó y el se hizo el
suizo. Ahora sufría la falta de su media naranja, enfermo y a la vez excitado, atacado por
dolencias y el clima adverso intentando superar sus deseos viriles. Ni en los dos meses de
cárcel, previas a la deportación sintió tanto calor, como en la cárcel, un calor espantoso
que solo ignoraba al caer absorto, extrañando a su familia, principalmente las piernas
cheles y torneadas de su esposa, madre de todos sus hijos, por la que ahora suspiraba cual
nunca antes. Rosa su mujer conocía como atenderle cuando el raro mal reaparecía. Eran
su medicina toallitas mojadas, agua de orégano, tylenols, hielo bajo la almohada, palabras
de aliento, caricias peinando sobre su cabeza, en tanto reposaba al centro de aquellos
bustos.
Más allá de su cuestionada vida sexual, contaba con un lumbo de esposa; vieja y
buenota, salvaje en la cama y trabajadora, muy trabajadora. Rosa era una mujer de garra,
a la que aprendió a respetarle su independencia. Sumisa, introvertida, penosa y hogareña
mientras vivieron en El Salvador, y a estas alturas tornada liberal, lujosa, feminista y
coqueta. Ella llegó a Maryland cinco años después que él, tras tres meses y medio de
estadía temporal en México. Se rumoraba que en el camino se enredó con uno de los
coyotes encargados del grupo y fingiendo que el paso al otro lado estaba difícil, se quedó
en Matamoros por tres períodos menstruales. Un día reflexionó sobre su desatino,
decidiendo levar anclas para encontrarse con el angustiado esposo que al otro lado la
seguía esperando. El esposo supuso todas las revolcadas de su mujer en los hoteles del
otro lado, más nunca tuvo valor de reclamarle para no arriesgar la estabilidad del hogar.
Siendo honestos; hablando a calzón quitado, se la dejó pasar porque la amaba y porque él
también tuvo su amorío con una Chapina con la que convivió por dos años hasta que lo
abandonó por un querido de pelo en pecho. Los resultados de aquel idilio: quince mil
dólares perdidos, mejor dicho guardados a nombre de la amante en una cuenta de ahorros
en un banco de Guatemala más las lágrimas por un hijo abortado voluntariamente en el
cuarto mes de gestación y los respectivos gastos del tratamiento. Desde entonces
aprendió que las relaciones extramaritales no son solo dispendiosas, sino que también
duelen al fondo del alma. No quedó convidado a repetir la hazaña.
Rosa, decía el enamorado esposo, era diferente a todas las otras mujeres; con un
altísimo grado de moral, nacida para estar al lado suyo y morir con él. Lo que el hombre
ignoraba era que su hoy católica y devota compañera de vida a sus cuarenta y dos todavía
se daba ciertos deslices ocasionales con jóvenes dos décadas menores. Pécora, pero muy
discreta, tanto para guardar su reputación, como por respeto al marido. Superado el
incidente en México, él jamás dudó de su honorabilidad, ni tuvo asomo de sus amores
clandestino durante la dejó en El Salvador. Seis amantes simultáneos, muy bien
alimentados con los dólares enviados por el marido, rumores entre los vecinos, dos
abortos fallidos y uno provocado quedaron enterrados con el viaje de la ejemplar esposa
hacia los Estados Unidos.

Pero como a cada quien lo que sea de cada cual, para satisfacción del hombre, la
vieja era un burro para trabajar; madrugaba a la Dry Clean de los Coreanos y regresaba
cuando el sol se había marchitado, con doce o más horas apuntadas en su récord de
trabajo. Ocupaba los sábados para limpiar y arreglar la casa, lavar, planchar y comprar la
comida; luego, los domingos en la misa de las once, después paseando en shoppings
tomada de la mano del esposo o seguida por algún amigo, y al final del día preparando el
lunch del lunes. Durante la semana empleaba las tres horas previas a la media noche para
cocinar la comida del día siguiente, hacer tortillas y disfrutar las novelas de UNIVISION.
Para ocultar sus escapaditas a la discoteca, uno que otro fin de semana decía ir a dormir
donde su hermana Dora, con cuya complicidad guardaba vestidos extravagantes,
maquillajes y teléfonos de amigos a los que llamaba para desenfrenarse entre música,
baile sensual, mojitos cubanos, manoseos de desconocidos y adulterio ocasional.
Uno de los incidentes poco grato en la vida de la pareja que no pudo encubrirse
entre el circulo de amistades y familiares, fue cuando su mujer conoció (en sentido
bíblico) al peruano de ojos amarillos; un bato de esos que hablan bonito, vestía Pierre
Cardín y chaqueta de cuero y quién sorprendiéndola con la labia de un vendedor
ambulante aunada a la fortaleza viril de todo un semental, la convenció de fugarse en
viernes por la noche. Segura que era tiempo de sustituir al desgastado marido por el
hombre de su destino llamó al esposo para plantearle que en vista de su carencia de
tiempo hacia ella, dados los afanes del trabajo, prefería instalarse en otro nido y
emprender el vuelo con este vigoroso gorrión frente a cuya figura no necesitaba
afrodisíacos.

No pudieron disuadirla las lágrimas, los ruegos, ni el desfile de llamadas al celular
de padre e hijos suplicándole no dejarles. La mujer prosiguió con firmeza en su decisión
de darse la oportunidad de su vida. Y como ningún noviazgo es eterno, pasada la
embriaguez erótica, una noche al regresar del trabajo con flores para su amante, Rosa
encontró que la esposa del Romeo había vuelto del largo viaje a la costa peruana. Mes y
medio le duró la ilusión, teniendo que llamar al esposo. Llorosa y cándida le planteó
haberlo pensado, que era injusto castigar a los hijos con semejante exabrupto, así que no
por él ni ella, sino en aras de la unidad familiar, estaba considerando volver al hogar,
siempre y cuando él prometiera no reprocharle sobre éste particular incidente en
eventuales desavenencias. Sería por amor, por bruto o por la conveniencia de criar juntos
a la prole, el asunto es que terminaron con el marido pidiendo perdón y suplicándole que
regresara de inmediato. Así repitió la historia de volver a retomar su rol en casa, altiva y
campante, sin dar señales de arrepentimiento.

sábado, 28 de junio de 2008

Mario Terán el asesino del “Che” recupera la visión en Cuba

Tomado de grupos Yahoo; CUZCATLAN · Grupo de El Salvador y Amigos del Mundo

Tuve la oportunidad de visitar La Higuera, de caminar por el pueblito boliviano que vio por última vez a Ernesto Guevara de la Serna, de conocer la escuelita en la cual lo mantuvieron preso y lo asesinaron a sangre fría, y de ver la batea en la cual, una vez muerto, depositaron su cadáver, para exhibirlo a los periodistas y así ufanarse por la cobardía de haber asesinado a uno de los gigantes de América Latina. Pocas cosas me han conmovido tanto.

Asesinar a sangre fría a Ché no era tan fácil. Quien lo hiciera se enfrentaba a una leyenda. Pararse delante de alguien quien, llegada la hora, descubría su pecho y le gritaba a su verdugo que lo asesinara como a un hombre, no era tan sencillo y es por eso que a la hora de apretar el gatillo fue necesaria la ayuda a la cobardía que brinda el alcohol. Por más que los generales René Barrientos y Alfredo Ovando, quienes para entonces seguían instrucciones de la CIA y la Casa Blanca, le hubieran dado la orden, para Mario Terán no fue fácil disparar, quizás intuía, desde ese momento, que pasaría a la historia de un modo infame. El mismo reconoció a la prensa, posteriormente, que temblaba frente a él y que en ese momento le pareció "muy grande, enorme".

EL VERDADERO MILAGRO PARA MARIO

Han pasado ya 40 años de ese episodio terrible de la historia del continente, pero el Ché sigue haciendo el milagro de convertir conciencias. La "Operación Milagro", que es la que realizan los
médicos cubanos de manera gratuita, con el fin de devolver la vista a los que sufren de cataratas, llegó a Bolivia y ha atendido a cientos de personas que antes estaban ciegas y que hoy pueden ver.

Entre las personas atendidas, hubo tres hombres identificados con el nombre de Mario Terán. Este es un nombre común para los bolivianos, pero que no pasa desapercibido para los cubanos de más edad, quienes inmediatamente recuerdan al autor material del asesinato del Ché. Los médicos que operaron a estos tres hombres se dedicaron a hacer su trabajo de amor y revolución. Se concentraron en devolver la vista a los ciegos, tal y como lo pide Jesucristo en el Evangelio. Nunca pudieron imaginar que estaban haciendo el milagro en los ojos de un hombre que, cuarenta años atrás había cegado la vista de alguien tan importante para ellos.

Pero el milagro que hicieron no fue solo físico. Además de devolverle la vista, un gesto de su hijo indica que sucedió algo mucho más importante. Unos meses después de que el padre recuperó la visión, el hijo de Mario Terán se presentó en el periódico "El Deber", de la ciudad boliviana de Santa Cruz, que queda cerca de La Higuera, a solicitarles que por favor publicaran una nota de agradecimiento dirigida a los médicos cubanos por haberle devuelto la vista a su anciano padre.

Es obvio que este joven sabía lo que iba a suceder. Evidentemente entendía que inmediatamente alguien iba a recordar el nombre y que se darían cuenta de quién se trataba. Y con seguridad no
hizo eso como una iniciativa personal, sino que muy probablemente contó con la autorización de su padre para adelantar este gesto de gratitud.

Por eso, el milagro más importante no es haberle devuelto la vista de los ojos, sino la del corazón. Aquella capacidad que tenemos todos los seres humanos de ver el bien donde este se encuentre.

Lo primero que vio Mario Terán cuando recuperó la visión fue un afiche del hombre que mató hace cuarenta años, y que está en todos los consultorios de los médicos cubanos. Después de cuatro décadas, él ha vuelto a ver en dónde está el amor.

viernes, 27 de junio de 2008

Deportado, Segunda Parte

DEPORTADO (Segunda Parte)
Escrito original de Daniel Joya

Nota: Le agradezco a Daniel Joya, su gentileza y confianza por permitirme publicar sus escritos; esta es la segunda parte de "Deportado". Para facilitar su publicación, "Deportado" se posteará en capítulos. El correo de Daniel es danjoyas@yahoo.com.



III
Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de espera. Viajar de Norte a Sur toma unas cuantas horas, que se multiplican en semanas y meses si se va en dirección contraria. Antes que palpitar de emoción, el corazón de José estaba severamente triste. Ausente por más de una década, ahora volvía a la tierra que lo parió, no como lo esperaba en sus planes previos; es decir, con pompa y cortejo de familiares y amigos, sino forzado al retorno, expulsado por la migra, semiderrotado, cargando con la vergüenza de haber pasado entre miles de ojos curiosos; unos con mirada lastimera y otros rellenos de desprecio ante su crimen de desafiar las leyes migratorias del coloso Yanqui.

Humillado por su suerte, fue visto escurrirse del aeropuerto de Comalapa con la bolsita de nylon que lo diferencia del resto de viajeros regulares. Le faltaban las tres o cuatro maletas del visitante, dado a gastar dos a cuatro semanas y unos cuantos miles de dólares turisteando en su madre patria. Este no era el típico viajero lleno de cadenas de oro, ropa de marca, reloj Citizen, hablando spanglish, con dólares en su cartera y algo de arrogancia marcando diferencias con sus coterráneos. A él ni los limosneros de la salida se atrevieron a solicitarle contribución; quizás compadecidos de su circunstancia, de haber tenido, bien le habrían dado un par de dólares para el camino.

No era en ese día el único deportado sin récord criminal, pero por su edad madura frunciéndole el ceño y las marcas de la guerra en una de sus cejas, cualquiera diría que se trataba de un tipo violento, fichado en tres o cuatro estados de la unión americana. Era fácil imaginar tatuajes bajo sus ropas y que en razón de su record delictivo los gringos decidieron purgarle del sistema. Nada más lejos de la realidad de su caso. Fue en otra fecha de abril, durante una emboscada de Viernes Santo en la Carretera Panamericana que casi pierde la vida cuando una esquirla de granada le marcó en la lista de los lisiados a perpetuidad. Ahora, el legado de lo que constituyó su más heroica hazaña debía ser escondido para no confundirse con los mensajes tatuados en la piel de los gang’s members.

No le dolía tanto venir deportado, como el hecho de volver en similares circunstancias que los pandilleros de la MS (Mara Salvatrucha). Mareros reconocidos por su afición al crimen, responsables de aterrorizar a Centroamérica, partes de México y los centros urbanos con mayor concentración latina en los Estados Unidos. Aunque mucho se especula sobre el asunto, no se conoce a ciencia cierta la manera eficaz de contener la expansión de este síndrome mortífero entre la niñez Centroamericana. La derecha oficializada explota el tema como recurso electorero, mientras los organismos de derechos humanos se ahogan proponiendo medidas blandas poco funcionales en la realidad Salvadoreña, ¿y la izquierda?, bien gracias; sin propuestas que comprometan su caudal de voto duro. Por ahora no hay expertos ni formulas alquimias que devuelvan la tranquilidad ciudadana; faltan respuestas efectivas y sobra el crimen por doquier.

Ante la saturación de sus cárceles con miembros de las tradicionales gangs en blancos y negro, más la presencia de miembros de la Mara 18 y Mara Salvatrucha, el gobierno Estadounidense creó un fast track deportation, proceso acelerado para librarse de esa plaga que consume buena parte del presupuesto correccional. Pasaron por alto los estrategas en crime prevention & law enforcement que esos desajustados sociales van hacia países donde cuentan con estructuras de sustentación bastante desarrolladas y amplio espacio social para accionar. De ahí que la medida resuene en El Salvador robusteciendo las filas de pandillas locales y su poder de incidencia. Al final, esta clase de deportados y sus discípulos son los mismos que regresando al otro lado del Río Bravo fundaron en su camino embriones de verdaderas redes delincuenciales, que asaltan, viola y matan a sus propios compatriotas emigrando sobre trenes de carga.

Esposado y en camiseta desfiló por todo el aeropuerto Dulles, de Virginia, caminando entre cientos de pasajeros, con dos agentes de inmigración que lo custodiaron hasta la cola del airbus. Regresaba limpio, ligado al sobre Manila que los indicados agentes entregaron a la aerolínea.

José miraba a su alrededor, leyendo en los viajeros emociones que no cabiendo en
el pecho afloraban en los rostros en forma de sonrisa. Nuestro personaje era quizás el único insatisfecho de estar de vuelta y renegando de su suerte. Cabizbajo para no identificar a los portadores de las miradas de conmiseración y repudio, se le hicieron largas e interminables las horas desde su llegada al avión hasta la salida de la terminal de Comalapa. Más que coartado en su derecho de locomoción por las esposas que una vez cruzado el cerrojo, parecían apretar cada vez más fuerte, adolorido por la marcas rosadas en sus muñecas, se movía desafiando nudos de pensamientos mordaces y emociones adversas, provocándosele un sabor amargo que retorcía sus intestinos. La misma sensación que le torturó tantas veces durante los combates contra la guerrilla y se le repitió el día la masacre en la casita, era precisamente el preámbulo de posteriores convulsiones que le imposibilitaron muchas veces ir a trabajar. Hoy estaba de regreso en un país que dejó de ser suyo y no le era conveniente pasar por tal condición. Sin embargo, contra cualquiera de sus protestas, lo quisiese o no, le conviniese o perjudicara, para su gusto o desagrado, no importando su cuota de remesas, vino purgado por las leyes migratorias y a nadie parecía importarle su estado preconvulsivo.


La deportación nunca fue factor considerado en la emigración del hombre. Se instaló, con planes de quedarse, en esa tierra bendita que jamás abrió sus brazos para recibirle. Nunca tuvo plan “b”, el de las diule o por si las moscas, así que hoy se hallaba confundido e inseguro sobre lo que debía hacer de ahí en adelante; volver a los Estados Unidos implicaba una nueva odisea, mucho más difícil y onerosa que la primera, luego debía reasentarse, de ahí tratar de moverse invisible para las autoridades, y al final verse forzado a trabajar clandestino bajo la sombrilla de su propia compañía o buscar un nuevo empleo. Le parecía duro romper con la costumbre de ser su propio patrón, resubordinarse y tragarse que otro chingado le mandara. Temía repetir desagradables experiencias en las que no pudo resistirse al acoso de supervisores. Comenzando por el hindú que por verle chaparrito y buluco le tocó las nalgas, luego el chino que le llamaba a buen cinco para asegurarse que llegaría temprano y el último foreman que se atrevió a gritarle mientras sudaba a chorros finishando un patio de concreto. Al primero le recetó la trompada que le hizo conocer las cárceles y cortes gringas, el segundo se quedó con el ultimo cheque después de la putiada en español anunciando renuncia, pero fue el último, el de mejor suerte, que se tragó un puñado de mezcla de arena y cemento al tiempo que José le mantenía reducido bajo dos piezas de two by four.

Poniendo su dignidad en primer plano y para evitar bregar de nuevo con situaciones semejantes a los tres conflictos laborales antes relatados, decidió un día lanzarse a la búsqueda de pequeños proyectos y subcontratos. Precisamente allí residía el imput de su compañía; no subestimar ningún trabajo, así pareciese insignificante. Fueron ocho meses haciendo de tripas chorizo que al final del día valieron la pena para establecer su compañía.

En tanto se adentraba en la reflexión, el desconcierto le invadía; seguir residiendo en la vieja dirección o moverse de estado seria otra decisión estratégica que desestabilizaría la vida de todos en casa. Hiciese lo que hiciese, cambiarse de cancha, adoptar costumbres diferentes, hacerse de otros amigos, el relajo de la mudanza, caras y nombres nuevos y la desconfianza hacia los vecinos se sumaban a los retos por enfrentar. Opciones como usar su identidad real o inventarse una, conseguir documentos chuecos, cambiar de look y el continuo temor a volver a ser deportado desde ya le agregaban estrés. De otra parte, resignarse con el presente permaneciendo en su tierra de origen demandaba hacer labor de convencimiento con la familia, talvez negociar ejerciendo presión emocional para que le siguieran su mujer e hijos ya súper acostumbrados a la vida en los United States. Aun si los suyos aceptasen la propuesta, la idea de repatriación insistía en presentarle el problema medular. Y es que en su afán por prepararse para la inserción en la sociedad gringa descuidó contar con un proyecto alternativo en la tierra donde botó su ombligo. Trabajó duro desde el segundo día en que pisó suelo yanqui, volviéndose una combinación de sádico contra sí mismo, desgarrador de su cuerpo en la búsqueda del dólar y masoquista de primera línea, que se satisfacía regresando a casa muerto de cansancio para levantarse muy temprano a repetir la rutina.


Cuanto más dólar ganó, más se enredó en el consumismo del medio. Nunca pasó por su mente la idea de ahorrar en su país porque consideró preferible esperar hasta el retiro y conformarse con la modesta pensión del Social Security. Por otra parte, tenía la esperanza que una vez despreocupado de los quehaceres de la construcción su condición psico-somática sería superada, que terminarían los desmayos repentinos, los remordimientos de conciencia, las mañanas de neurosis injustificada y las noches de ansiedad nostálgica, que a lo mejor entonces olvidaría el olor penetrante de los cadáveres que, para no dejar huella, quemaron en la casa de la mortandad.

IV
Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de espera. Antes que palpitar de emoción, el corazón de José estaba severamente triste. Esposado y en camiseta desfiló por todo el aeropuerto Dulles, de Virginia, lamentando que a pesar de los años viviendo en el Norte nunca se acercó a lugares famosos.


Debido al trabajo no tuvo tiempo ni voluntad de conocer Niagara Falls, Disney World, the Grand Canyon, museos en Philadelphia, casinos en Las Vegas y otros sitios que algunos de sus amigos decían haber visitado. En su adicción al trabajo, invertía en la chamba no cuarenta, sino sesenta o más horas de la semana, no dejándose espacio para compartir con sus cuatro hijos, conocerlos como amigos, llevarlos al parque, saborear juntos un helado de vainilla ni ver con ellos el Cartoon Network. Su niño pequeño, el secaleche de la familia, nunca aprendió español y por mantenerse siempre entre cuatro paredes su piel se volvió extra-frágil, tanto que simples picaduras de mosquitos lo mandaban derecho al hospital. De la orientación a sus hijos restantes, ni hablar, para no sentirse un fiasco con su precario papel de padre. El varoncito de en medio, preadolescente, aspirante a pervertido, con la pared del cuarto llena de posters al desnudo y señales satánicas. Este precoz en asuntos pícaros, pero durito tratándose de matemáticas, ciencias y lectura, fue amenazado con expulsión de la escuela si no paraba de masturbarse a la salida de los baños de niñas. Amy, la única hembra de su cosecha, era toda una pécora, conocidísima por sus revolcadas con medio centenar del student body de su high school. Para acabar de remachar la bronca, un día que regresó temprano del trabajo encontró a todos sus hijos, menos al último, fumando mota en el parque próximo a la casa.


En el esmero del hombre por proveer para las necesidades y lujos materiales de la casa se dedicó a sacar hasta la ultima gota laboral a cada día; madrugaba al trabajo, dejando a su mujer anhelando orgasmos y regresaba al caer la noche, súper-desfallecido, sin más ánimos que cenar, hacer las llamadas de rigor para organizar los trabajos del siguiente día, y de ahí relajarse por media hora frente a la tele. Luego, bañarse y buscar la cama; literalmente a dormir, sin importar que su frustrada mujer alcanzara la media noche mirando las novelas de UNIVISION. Ella, quien nunca botó el olor a monte, con su hablar puramente campechano, al oírle proponer el regreso a la madre tierra seguramente se pondría histérica, quebraría cosas, lo insultaría, lloraría a mares y juraría que ese día nunca llegará, que no está en su corazón retornar a esa tierra ingrata, lugar de malos recuerdos; donde nació pobre, creció con limitaciones y sin perspectivas de mejora, se casó con el cuarto hombre que rozó su himen y casi muere de hambre con el sueldo de su marido soldado.

- “Primero muerta que regresar; una patria así no amerita lealtad”, pregonaba sin inmutarse.
Aceptó contra sí mismo su culpabilidad por omisión; por procurar dólares desperdició oportunidades con los suyos, los relegó a piezas movientes de la casa, adornos y propiedad que hoy por hoy extrañaba. No disfrutó el crecer diario de sus hijos ni las veces que su mujer se maquilló esperándole con propuestas sugestivas de velada. Se esfumaron en blanco los días cuando sus niños necesitaron asistencia con la tarea y la conversación oportuna cuando su hija tuvo su primera menstruación. De poder retroceder las horas balancearía el trabajo con el tiempo cualitativo que los suyos en rebeldía demandaban.

Ebrio de ganas de trabajar, la mayor parte de la vida de José se resumía de lunes a viernes en los subcontratos de la Clark, una de las más grandes compañías de construcción del área metropolitana de Washington. El resto de su existencia devoraba los fines de semana colaborando con Raúl su amigo del alma, quien conocía como aprovechar las habilidades del paisano en proyectos de remodelación. El sábado, por cierto único día en que regresaba a casa antes de las ocho de la noche, contrario a compartir con los suyos, ordenaba se asaran veinte libras de carne de res para acompañar las cervezas, al lado de su grupo de amigos de confianza, incluido Raúl, su uña y carne. No faltó más de alguno que le vomitara la alfombra de la sala y otro que buscara bochinche después de la docena de Coronas. Hubo un compatriota, que creyéndole fondeado tocó las nalgas a la esposa del anfitrión.

- Sirvo las boquitas no porque esté ofreciendo el fundillo, semejante hijo de la gran..., contraatacó verbalmente la mujer.
- Es que con esas curvas y yo sin frenos... replicó el abusivo.
- A mi mujer se le respeta tal por cual, gritó en su bolencia nuestro personaje.
- Entonces que tu peperecha no me provoque mostrándome media pechuga y los cortes del bikini, ni que tampoco me ponga las tetas en el lomo para insolentarme, prosiguió el tipo.
En un par de minutos la celebración se tornó beligerante, armándose tremenda trifulca que solamente pudo ser disuelta por tres patrullas de policía. Todos los adultos presentes, exceptuando la prima (de la que nos referiremos luego), fueron esposados y llevados en la perrera. Pasado el incidente y bajo los efectos de la goma moral, el hombre se comprometió consigo mismo y luego juró a su familia no volver a traer más bolos al hogar. La mujer, por su parte, aceptó que no estaba bien sonreír con sana coquetería a cualquier intoxicado de alcohol. Dió además su palabra de usar siempre sostén y ropa no tan ajustada que despertara la malicia en invitados potenciales. Ambos, como era costumbre, incumplieron la respectiva promesa en las siguientes dos semanas.

Se preguntaba porque nadie puso paro a su abuso del alcohol, renegando de la clase de ejemplo que dio a los suyos. La música de banda amenizando las reuniones y las conversaciones joviales, llamando a cada cosa sin eufemismos formaron a sus niños en el caló más actualizado de la construcción. El padre tomaba sin reparos frente a la curiosidad de sus hijos. Eran noches de sábado largas para la familia. Había que desvelarse hasta la madrugada, aguantando las barrabasadas discutidas por los borrachos. Entre otras, el recuerdo de la casa masacrada se redescribía en la platica de la media noche. Había veces que el hombre terminaba con los ojos hechos agua, maldiciendo sus años de servicio militar, en otras aceptaba lo ocurrido como efectos normales del conflicto, y de cuando en vez, se ponía tenso, tembloroso, presa del mareo y colapsaba sin cerrar oficialmente la celebración. Los médicos sugerían que se trataba de un raro síndrome que con el stress movía al desmayo. El padecimiento no era mortal, pero se recomendaba cuidado de que el hombre no perdiera el conocimiento sobre algo que lo lesionara. Dispensando los inconvenientes, para evitarle que decidiera emborracharse fuera de las faldas del hogar, nunca se le prohibieron las parrandas en la casa.

No por percepción sobre el interés superior del menor, si acaso por resquicios de pudor, la madre decidió que sus hijos no deberían estar demasiado expuestos a la tertulia sabatina, así que les compró computadora, juegos electrónicos, películas en DVD, CDs y esparcimientos virtuales que los mantendrían aislados de ese contagioso medio. Mientras, el padre departía, el hijo penúltimo encerrado en su cuarto disfrutaba de la oferta erótica en sitios virtuales para adultos, habiéndose inventado una identidad de veintitrés años para registrarse en lugares no aptos para su edad. La dedicación e ingenio del cipote le llevaron a descubrir antes de alcanzar la adolescencia que el SIDA es un mito inventado por los puritanos para privar al joven de los placeres naturales de la carne, que amor con una pizca de sadismo hace del acto intimo un momento memorable, acelerando y profundizando la eyaculación; que los genitales al igual que los músculos, cuanto más se ejercitan, tanto más se desarrollan; que tamaño sin técnica insatisfacen igual que la eyaculacion precoz. Navegó noches enteras en el mundo del los webcam, conoció que la marihuana no produce sobredosis, elaboró su propio listado de contactos de sexo casual seguro en su zipcode, bajó música pirateada, se conectó con hackers en Hon-Kong, mandó miles de correos sensuales a sus compañeritas de clase, por último arruinó el disco duro de su PC intentando reenviar un virus que recibió.

Mientras el susodicho menor se empapaba de basura virtual, la hija chateaba con enamorados de myspace. Así, la chica conoció a sus últimos cuatro novios; el peludo con tatuaje en el órgano viril, el señor de cuarenta con experiencia en estilos exóticos de hacer el amor, el musculoso que al pasar del clímax le confesó poseer tendencias bisexuales, y el novio de hoy, de lunar cubriendo tres cuartos de sus testículos. Todos ellos tenían en común la devoción por sus camanances y cada uno degustó en su momento la punta de sus pezones. Lo mejor era que también gracias a la Internet pudo aprender sobre técnicas de sexo oral, afrodisíacos, maneras de interrumpir la menstruación y ante todo, descubrió la píldora del día después, alternativa útil que la sacó de varios apuros...


continuará...

jueves, 26 de junio de 2008

Deportado, Primera Parte

DEPORTADO (Primera Parte)
Escrito original de Daniel Joya

Nota: Le agradezco a Daniel Joya, su gentileza y confianza por permitirme publicar sus escritos; esta es la primera parte de "Deportado". Para facilitar su publicación, "Deportado" se posteará en capítulos. El correo de Daniel es
danjoyas@yahoo.com.

I
Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de espera. De entrada no podía distinguir entre la alegría de los que venían a repisar el suelo patrio y el júbilo de quienes impacientes esperaban a los ausentados. Tampoco diferenciaba entre la congoja en los que se despedían y la impotencia de los que veían partir. En los aeropuertos de hoy, como en las terminales de autobuses medio siglo atrás, la gente se aleja y reencuentra, en la dinámica de marañosas jugadas del destino que obligan a dejar la comodidad de su sala para ir en pos de ilusiones. Llamémosles por esta vez sueño americano, para asumir que una vez al otro lado ya nadie querrá despertar, como medida de auto defensa ante los embates de recuerdos que crudamente cercenan los deseos de volver; un éxodo sin Moisés hacia la tierra que fluye dólares y esperanzas, salvo que en este caso se va del desierto hacia Egipto.

Para los Salvadoreños partir no solo encarna el inicio de la proeza, sino que viene a ser la última alternativa antes que quedarse a esperar la defunción, por hambre u otro efecto colateral del violento Neoliberalismo. Antes la familia se separaba dado el espíritu aventurero de la figura patriarcal o el batir de alas de la prole, hoy la pobreza que ya tocó fondo en los hogares mestizos, concurre en el trayecto al descalzo con pocas letras, al empleado corbatudo y hasta a la madre recién comenzando amamantar. Estos aprendices de refugiados, “guanacos hijos de puta” haciendo poesía de amor para Roque Dalton, son los eternos errantes que en su momento se anotaron para trabajar en las bananeras Hondureñas y a pesar de Somoza también fueron a Nicaragua a tomar provecho de las oportunidades del trabajo agrícola. Otros sin saber adonde quedaba, presente la fiebre del oro negro, se embarcaron hacia Arabia Saudita, sin quejarse de lo arenoso y pegajoso del sol desértico. Hubo así mismo, los que con igual empuje abonaron con sudor y sangre la construcción del Canal de Panamá. Dicen que los salvatrucos han sido vistos moviéndose de aquí para allá, del oriente al occidente, de norte a sur, y viceversa, ganándose el
sustento en el mismo ombligo del diablo.

II
Con el advenimiento de la guerra civil algunos se alejaron por temor a volverse blanco de la desenfrenada ayuda militar Estadounidense. Así se formaron colonias guanacas en Canadá, Cuba, Suecia, Estados Unidos, Nicaragua, Australia y quien sabe en cuantas otras esquinas del planeta. Pasado el conflicto armado se creyó que el flujo de diásporos menguaría, más nuevamente sobraron los motivos y se acentuaron los deseos de escapar para no ser devorados por la nefasta propiedad privada en función de pocos.

El personaje de este relato era un hombre que retornaba forzado por el destino, no para cumplir con el dicho de “la que es puta vuelve”, mucho menos porque el ombligo le llamara. Era un retorno sin plan previo, carente de razonamiento o de reposada decisión. Lo mandaron de romplón y ahora se resituaba dentro de las veintiún mil (o menos después de perdidos los bolsones fronterizos en el litigio de La Haya) tiras de suelo que le parieron.

Salió del aeropuerto impactado por el mar de gente arremolinada en el área de espera. Era asombrosa la cantidad de viajeros en las terminales y áreas de recoger equipaje, volviéndose interminables las filas en aduanas; copiaba un panal aquel murmullo de voces de las que solamente decodificaba los deseos de estar entre los suyos. Los bultos humanos moviéndose en líneas desordenadas extrayendo maletas de las bandas y vestuarios de diferentes diseños y colores parecían dar cuenta de cuanto cambió su país en los últimos quince años. Se fue a sus veinticinco, casado y con la responsabilidad de dos hijos; sin otra visión que la de sobrevivir ante una guerra civil que parecía estancada, cual olvidada en el temible antioasis de la historia. Bombas por doquier, el rechinar de la muerte, destrucción desoladora y ante todo la psicosis generalizada marcaron para el pulgarcito de América, lo que algunos llamaron: La década perdida (Eran los 80s que enrumbaban al autoexilio).

Cuando partió el conflicto lucía sin patas ni cola, insertado para quedarse en la vida diaria de aquel pueblo por el que nadie daba un centavo, dado su asentamiento en el más diminuto rincón del istmo Centroamericano: El Salvador, el otrora apodado “país de la sonrisa” se contagió del odio de la guerra fría, saturándose sus calles de tristeza y cadáveres mutilados por las más burdas tácticas contrainsurgentes de policías, militares, paramilitares y otros productos enlatado en el Norte. Así se callaban los reclamos por justicia, entre experimentos de exterminio diseñados por los penta-expertos en genocidios.

José, nombre de pila de este individuo, estaba otra vez en su tierra, deslumbrado ante el vaivén de la terminal aérea, tan confundido como en sus primeros años de existencia. De niño soñó con ser profesor, embriagarse con letras, elocuencia al exponer y persuasión en el discurso. Quería facilitar el milagro de la estimulación temprana entre los cipotes de su cantón. Anheló profundamente incorporarse al magisterio, más fue obligado a prestar servicio militar antes de terminar la secundaria. Esa tarde de abril regresaba de una fiesta de quince años cuando el retén de soldados lo detuvo en calidad de recluta, sin pedirle permiso ni opinión política. Ese era el servicio militar obligatorio; técnicamente secuestro bajo la amenaza de represalias contra quién expresara no estar de acuerdo. Algunos al servicio militar o “platada” lo consideraban un mal necesario para no morir de hambre, para otros constituía la manera de obligar a los pobres a defender la comodidad de los ricos o un compromiso que todo joven debía cumplir más temprano que tarde. En aquél contexto de zozobra, abundaban motivaciones y faltaban cuerpos para renutrir los batallones diezmados a diario por la guerrilla.

A los cuatro años salió el hombre de baja, harto de ver matar y morir, con las vidas de ciertos desdichados arrebatadas por sus manos. Durante más de alguna de sus misiones con la Sección II se cuestionó si, aunque ateos, no sería pecado torturar a los sospechosos de comunistas. Sin embargo, sus asesores gringos, manipulando la Biblia, le aseguraban que matar por la patria constituía el más elevado deber Cristiano, que el comunismo representaba al anticristo y que cualquier profesante de tal devoción era instrumento del mismo cachudo y por lo tanto necesario de exterminar. En cuanto a la tortura, le enseñaron en su unidad que esta venía a ser simple técnica para extraer información de inteligencia, de los inamparables por los Convenios de Ginebra. Se tragó el cuento que en el mundo democrático el Presidente de los Estados Unidos decide a que país e individuos etiquetar de “freedoom fighters”.

A pesar del bombardeo ideológico a que estuvo expuesto, odiaba la guerra, tanto por las atrocidades que evidenció, como por las secuelas destructoras en la juventud, sector que en definitiva aportaba el más alto porcentaje de cadáveres. Estaba convencido que la guerra era injusta porque no solamente bloqueaba sus ilusiones sino también los sueños de muchos de su generación. Entendía que las suyas, como tantas otras fantasías juveniles de cambiar el mundo fueron abortadas al pretender realizarse en la época equivocada; desgraciadamente sus utopías nacieron en los tiempos de preferir un tiro en la cabeza a la capucha y técnicas de interrogatorio enlatadas en Washingto. Y en una de esas veces en que violentando las puertas de una vivienda humilde entró con dos de sus compañeros de armas, rociando los treinta cartuchos del M-16, al encender su lámpara de mano descubrió que el nido de subversivos denunciado por el oreja del lugar contenía una mujer preñada, dos impúberes desnutridos y un viejo encorvado por duros años de labrar la tierra. Los rostros desfigurados por las balas 5.56 mm. y el estomago tembloroso, brincando en desespero por salir del vientre de la muerta le hicieron repugnar de sí
mismo y su complicidad con aquel nivel de deshumanización, perdiendo el conocimiento allí donde estaba. En adelante similar corriente de sudor helado le volvería hacer colapsar frente a las emociones fuertes. No obstante su obstinación por hallar cura, Médicos, Psicólogos, curanderos, religiosos y bartenders no pudieron recobrarlo.

Terminó sus dos años de servicio militar no muy satisfecho con la vida en la carrera de las armas, por lo que en sus restantes dos años de reenganche pidió se le colocara en el batallón administrativo. Su rol militar pasó de buscar, investigar y exterminar a sospechosos de actividades subversivas a escribiente y asistente del Coronel. Pasados cuatro años de vestir verde olivo y ocasionalmente camuflaje, la realidad le reiteró que si bien los insurrectos fueron contenidos en su avance territorial, los pobres seguían sin esperanza. Se le hizo obvio que la democracia occidental de tercer mundo no era equitativa, y que su tierra únicamente producía dos especies de individuos: los nacidos con estrella y los paridos estrellados.

Frustrado en sus planes de vida, luego de continuas borracheras, putiadas contra la miseria y búsqueda de un trabajo dignamente remunerado, prefirió emigrar clandestino a los Estados Unidos que quedarse y engrosar la de por sí apretada fila de caídos en combate.

Y se fue, para ulteriormente ser regresado y descubrir que viajar de Norte a Sur toma unas cuantas horas, que se multiplican en semanas y meses si se va en dirección contraria. En todo caso, lo importante es que se fue haciendo el camino por desconocer la ruta; semejante proeza inspiró a retratar la Odisea del Norte, tragedia amenamente escrutada por la lupa de Mario Bencastro. De varios intentos en Tijuana, no fue sino hasta el cuarto cuando pudo pisar el otro lado. Ya en Los Ángeles trabajó en fábricas, restaurantes, limpieza y bodegas, hasta que por ultimo un amigo radicado en el Distrito de Columbia le invitó a trasladarse, compartiéndole que la remodelación de casas pagaba buen dinero y que el área metropolitana de Washington abundaba de construcciones. Este amigo en solo dos años logró pagar los gastos del viaje, ahorrar diez mil dólares, comprarse un carro deportivo y agregar dos cuartos y un corredor suelto a la vivienda
donde creció.

Una mañana tomó su maletín, empacó sus pocas pertenencias y dando las gracias al tío Marcelo por la posada de siete meses se fue a la estación más cercana de la Greyhound comprando un boleto de solo ida para Washington DC. Algunos gringos que le asesoraron sobre operaciones antiterroristas eran de ahí. De repente los vería y entre las viejas risas al calor de los tragos y una bachita de mota en cualquiera de los prostíbulos locales, le ofrecerían colocarlo en buen empleo. Seis largos días pasaron para que el bus finalmente llegara a su destino. Con las nalgas resentidas por tanto ir sentado, las patas hinchadas y el cuello doliente, fastidiado de coca colas y cheesburguers del McDonald’s, solo le confortaba la esperanza de alcanzar su nuevo destino, trabajar duro y mandar a traer a su mujer tan pronto como le fuese posible. El plan era echar riata juntos hasta recoger la cantidad suficiente que les sacara de la pobreza. Estaba entre sus planes para el retiro adquirir unas cuantas manzanas de tierra fértil, cultivarlas con maíz y hortalizas, pastar allí las vacas que compraría y con la pequeña granja que montaría en el patio de su casa alimentar la porqueriza que luego vendería al mercado para destazo. Las variantes de
la vida, le demostrarían que el hombre propone, el medio condiciona y Dios dispone.

Una vez ubicado en DC, consiguió trabajo como ayudante en una compañía de remodelación de viviendas. Debido a los aumentos anuales de salario, promociones y otros incentivos se mantuvo allí por once años hasta que decidió emprender su propio esfuerzo. Llamó BIRI a su creación empresarial, haciendo remembranza de sus años mozos en el batallón de infantería de reacción inmediata, cuyo nombre prefiere omitirse en esta historia. Con eso rescataba la rudeza con que alguna vez fue formado para el combate, solo que ahora la aplicaba habilidosamente en una empresa no comprometida con la eliminación de sus semejantes.

Cual si se hubiese bañado con ruda, no le iba tan mal en el negocio, le sobraban contratos, los empleados le producían arriba de lo previsto, repuntando su pequeña compañía entre las eficientes subcontratistas de la Clark, así que dinero no faltaba en su billetera. Sin embargo, en segunda tarde de abril el infortunio se rió en su cara; uno de los trabajadores se accidentó mientras cambiaban un roof residencial. Con todo y que el seguro no le respondió en un cien por ciento pudo arreglar con la familia del difunto y si bien el negocio no le recuperó al nivel de ahorros previos, ganaba lo suficiente para mantener a los suyos en el estatus decente que disfrutaban. Ahora con la deportación se le presentaba otra crisis a superar. De hecho, el mayor reto de su vida. Por suerte, todavía contaba con Raúl, un gran amigo, que se hizo cargo de la compañía desde el primer día de su detención, prometiéndole que a su regreso le entregaría las riendas de ésta con todas las ganancias acumuladas.

Raúl era un tipazo, con el que tomaban religiosamente todos los fines de semana, su calpián de beba y visitas a los antros, alguien con quién contaba incondicionalmente, con el único que permitía a su mujer ir a cuanto evento social a él se le dificultase asistir. El chero no le inspiraba celo en absoluto, no obstante las ocasiones cuando le regresaba a su vieja después de la media noche, exhausta y nauseabunda, con la falda arrugada, las medias rotas y botones de la blusa perdidos, con el maquillaje corrido, aliento alcohólico y el pelo mojado. Este era su amigo y confidente, alguien que estuvo de alta en su mismo batallón, el enfermero que lo auxilió el día de su desmayo en la casa de los cuatro y medio muertos. Era el camarada incondicional, algo así como el perro de la casa, con llaves y acceso irrestricto a su residencia, pendiente del bienestar de todo y todos, presto a servir, él que aseguraba no podría traicionarlo. Su pequeña compañía y familia no quedaban en total desamparo. Lo mejor era que Raúl sería capaz de sacrificarse sin reservas por los intereses del compañero, de ser menester, para imponer el respeto que conlleva la presencia de un hombre, aún durmiendo en su casa, a fin de velar por la seguridad de la familia. Eso justificaba las sanas atenciones de su mujer llevándole café y desayuno a la cama los días que allí dormía, cosa que no hacia ni con el mismo esposo. Bueno, bueno, hasta allí muere, para no seguir en detalles que pudieran dar rienda suelta a elucubraciones; seria absurdo pensar mal de su cuate del alma.

miércoles, 25 de junio de 2008

Ruptura de límites, Una Historia. Una Guerra 29 años después

Una Historia. Una Guerra 29 años después. XV Parte Laxitud de las reglas de la guerra
Tomado de la página de CICR, Comité Internacional de la Cruz Roja

La firme convicción de los salvadoreños de que hay que conceder protección especial a los civiles cedió ante la realidad de una guerra en la que los civiles en sí mismos constituyeron un blanco. Se ha documentado muy bien la larga lista de atrocidades en la que se consignan los numerosos casos de civiles inocentes que fueron sacrificados para ejercer presión adicional sobre el enemigo, a fin de obligarlo a rendirse. De entre las personas que fueron hechas prisioneras o que vivieron bajo el control del enemigo, el 15% recibió personalmente maltrato, el 8% fue herido físicamente y el 25% no fue tratado correctamente. Los abusos, los asesinatos y las mutilaciones de que fueron objeto los civiles constituyeron un instrumento psicológico utilizado para debilitar al enemigo y para desalentar el apoyo de los civiles al bando contrario.

Combatientes faltos de preparación y de formación en las reglas de la guerra
Los líderes que forzaron a los combatientes a llevar a cabo estas atrocidades so pena de sufrir las consecuencias por negarse a hacerlo aplicaron una tremenda presión a quienes participaban activamente en los combates. Muchos salvadoreños combatieron sin tener un conocimiento real de la misión. En los grupos de discusión los soldados gubernamentales hablaron abiertamente sobre cómo fueron presionados para ir al combate y cómo no recibieron una justificación clara para hacerlo. La mayoría de ellos consideraban que las elites y otra gente con poder definía los objetivos de la guerra y que a ellos los utilizaban para conseguir esos objetivos.
"Era ... una cuestión planeada por el alto mando ... Ello nos daban las armas. Así que a los pobres salvadoreños de los dos bandos los obligaban a luchar entre sí, como decía antes. Nunca sabíamos por qué peleábamos; peleábamos por los altos oficiales." (GD, ex soldado, Fuerzas Armadas, San Salvador).
"La política nos arrojó al conflicto y por eso combatimos. No sabíamos contra quién peleábamos." (GD, ex soldado, Fuerzas Armadas, San Salvador).

"Así es como lo he visto en mi mente. Vaya pregúntele a un general de los que dirigían la guerra en ese entonces; hoy es un empresario, hoy es un millonario; y los combatientes, ¿dónde están los combatientes? Hágale la misma pregunta a la gente del Frente y le dirán lo mismo. ¿Por qué? Ellos convencieron a la gente que vivía en el monte para que lucharan entre ellos, como dijo antes mi compañero. La misma carrera. Lo único que era diferente eran las ideas. Esa era la única diferencia entre nosotros. (GD, ex soldado, Fuerzas Armadas, San Salvador).
Naturalmente, los combatientes de las fuerzas antigubernamentales tenían más claridad sobre sus motivaciones y metas. Creían que la guerra era necesaria para mejorar las vidas de los pobres y de las clases trabajadoras, y justificaban la guerra como un precio que había que pagar para lograr el cambio.

"Pero también hay que decir que la guerra era una ruta mala pero necesaria, porque, mire, si no hubiera ocurrido la guerra, no habríamos tenido ni siquiera los pocos pequeños cambios que tenemos allá arriba; entonces, hasta cierto punto valió la pena ... y los que se han beneficiado ..., bueno, no estaríamos aquí reunidos con usted hoy." (GD, varón excombatiente FMLN, Chalatenango).

"Porque valía más la pena morir combatiendo que morir de hambre; y en esta situación tenemos claro que no le deseamos la guerra a nadie. Quizás no seguiríamos trabajando de esta manera, porque en uno de estos ... pero sí defendemos nuestras razones, las causas por las que participamos en el esfuerzo." (GD, varón excombatiente FMLN, Chalatenango).

"Bueno, yo le diría que la guerra trae mucho sufrimiento, claro. Es difícil, y quizás no logramos nuestros objetivos, pero no había otra salida, teníamos que hacerlo." (GD, varón excombatiente FMLN, Chalatenango).

Pero la confusión y falta de comprensión características de las actitudes de los soldados gubernamentales podían también apreciarse en las huestes antigubernamentales. El verse cara a cara con los soldados gubernamentales - muchos de los cuales habían sido arrancados del medio rural pobre, la misma gente por la que ellos luchaban- ponía en tela de juicio la claridad de su objetivo. Como afirmaba un ex combatiente del FMLN: "Mire, los soldados eran o son de familias pobres. Los guerrilleros también vienen de familias pobres. ¿Cómo podían los soldados luchar contra nosotros sabiendo que ellos eran pobres lo mismo que nosotros?"

Tanto los soldados como los combatientes de la guerrilla describían su entrada en la guerra con poco entrenamiento y poco conocimiento de las "reglas" de la guerra.
"Porque aquí, en el centro de San Salvador, había que movilizarse al máximo: ir a los pueblos del campo, a las zonas rurales donde estaban matando a los indígenas, donde la gente no estaba preparada. Esta guerra ocurrió allá. A nosotros no nos enseñaron derechos humanos. Apenas nos dijeron: esto es lo que van a hacer y así es cómo lo van a hacer. Ustedes van a defender nuestro país. Era el mismo pueblo el que luchaba contra uno." (GD, excombatiente FMLN, Chalatenango).

Presión para cumplir las órdenes
Carentes de conocimiento sobre las reglas de la guerra, los combatientes fueron objeto de enormes presiones de parte de sus superiores para que atacaran, mataran y masacraran a los civiles. Las raíces de este desarreglo se encuentran en una cultura de la presión que utiliza contra el enemigo y contra los civiles las tácticas más extremas a fin debilitar la resolución del bando contrario. En cuanto a la razón por la que se atacaba a los civiles, tanto para los civiles como para los combatientes (59% de cada grupo) eran las órdenes superiores, mucho más que cualquier otra razón, incluidas las de ganar a cualquier costo, odio al bando contrario, falta de preocupación por las leyes o influencia de las drogas o del alcohol [14].

Quien es el pobre?

Un ejemplo mexicano, que bien aplica a nuestro querido El Salvador. Los salvadoreños también pagamos altos impuestos, y nos cobran como si realmente la riqueza sobrará en nuestros bolsillos.



La "carta" a Garrid Safie de Ex Combatientes del FMLN

Publicado originalmente en http://eltenampa.blogspot.com/

Hace una semana, Garrid Safie, Fiscal General de la República, dijo a los medios: "...en mi despacho tengo una carta firmada por ex combatientes del FMLN en la cual me aseguran que lo dicho en los correos detectados a Raúl Reyes, de las FARC, son verdad y que ellos ofrecen testimonio y colaboración en ese caso".

Hay que prestar especial atención a las palabras utilizadas por Safie pues desde ya denotan una línea de acción que seguramente marcará buena parte de la campaña sucia previo a la elección de marzo de 2009.

Primero, se afirma que los supuestos correos encontrados en las laptops, son propiedad de Raúl Reyes, olvidando que incluso la Interpol reconoce que fueron manipuladas y que sólo certificaron que los archivos no habían sido manipulados en fechas cláramente establecidas, pero no hacían juicio de valor de sus contenidos, es decir, no decían si era cierto o no lo ahí escrito. Puede verse más del tema en mi reciente post acá.

Segundo, Safie asegura que son ex combatientes, pero, ¿Se ha tomado la molestia de comprobarlo?. ¿Vio los listados de desmovilizados que elaboró ONUSAL?¿Comprobó la existencia de los nombres firmantes con el RNPN para ver si son reales?¿Si existen, tienen la edad suficiente para haber sido combatientes antes de 1992?

Volviendo al tema, mucho se ha especulado de cuáles son los nombres que suscriben la mencionada carta. Incluso La Prensa Gráfica insinúa el nombre de Joaquín Villalobos, al mencionarlo como colaborador de Uribe.

La especulación creo ha llegado a su fin, pues el documento llegó a mis manos en fecha reciente y me propongo divulgarlo. Supongo que se trata del mismo que tiene Safie en su despacho pues de lo contrario éste que haré público ahora ya habría salido por otro lado.

(Hacer clic para ver la imagen a tamaño completo)

Después de leerlo uno no puede dejar de sentir cierta risa. Aparte de los errores evidentes de ortografía, también confunden la palabra "encuentros" con "encuestas". Pero eso es banal. Lo importante, en mi opinión es quién calza el documento. Se trata de la Asociación Nacional de Ex combatientes del FMLN (Luego ponen El Salvador como si hubiera otro FMLN en el mundo).

Esta seudo organización ya tuvo auge en otras campañas electorales. En 1999, septiembre para ser exactos, previo a las elecciones municipales y legislativas de 2000, salió un bombazo en el que la mencionada organización afirmaba que el FMLN le había vendido misiles SAM-7 a las FARC en 1996, y otras armas a partir de un bolsón en Nicaragua. La noticia puede leerse en línea acá. Transcribo una parte de la noticia de La Prensa Gráfica del 7 de septiembre de 1999:

Monge fue ex combatiente

Sobre Raúl Elías Monge, el diputado Mijango dijo que sí había combatido en las filas efemelenistas, pero que "desde la firma de los Acuerdos de Paz trabaja con el OIE (Organismo de Inteligencia del Estado)".

Según los efemelenistas, Monge fue expulsado del partido por estafador.

Otro legislador efemelenista, Wilber Serrano, relató que "conozco a Raúl. Lo sacamos del partido porque pedía dinero a la gente en nombre del partido. La gente llegaba a la sede del partido y nos reclamaba el dinero que le habían dado a Raúl".

La última vez que se le vio públicamente fue hace cuatro meses.

En esa oportunidad participó en una conferencia del prensa en la que anunciaba su separación del FMLN.

Esa vez, Monge mostró su apoyo a Edgardo Rodríguez Engelhard, como precandidato a diputado por la Unión Social Cristiana (USC).

LA PRENSA GRÁFICA contactó ayer con Rodríguez, quien manifestó que "esa fue la última vez que vi a este señor (Raúl Monge). Desde esa fecha no he tenido contacto con él. Lo único que supe es que se ha alejado del partido (la USC)".

Raúl Elías Monge era el "Coordinador Nacional" de la mencionada organización en 1999. Nótese que incluso renovadores como Mijango lo descalifican.

Luego El Diario de Hoy dice el mismo día de 1999:

Jorge Meléndez, secretario general del Partido Demócrata y conocido durante la guerra como "comandante Jonás", descalifica a Monge. Para Meléndez, la destrucción del arsenal misilístico fue verificado en forma minuciosa por observadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). "Ese tipo de armas tenía un control estricto. Hasta donde sé, no hubo pérdida o desaparición. Todos fueron entregados", refuta Meléndez, antiguo comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). ...

Juan Ramón Medrano, ex comandante del ERP y el único representante legislativo del PD, le resta importancia.
Para Medrano, Monge apenas tuvo un breve estadía en la guerrilla. Lo único que podría estar buscando ahora, considera Medrano, es notoriedad o apoyo económico para su asociación. Mijango, del FMLN, cree que Monge únicamente está devengando su salario en el OIE.
Curioso, nuevamente son personas que ya no están en el FMLN los que lo descalifican. Eso es bueno. Veamos lo que el propio Villalobos tiene que decir según declaraciones de 1997 que cita la misma noticia de 2009:

Sin embargo, fue el mismo Villalobos quien afirmó que los misiles SAM 7, 14 y 16 del FMLN fueron negociados a cambio de nueve millones de dólares de la Agencia Interamericana de Desarrollo de Estados Unidos (AID). El dinero financió programas de reinserción. El proyecto de reinserción fue conocido como "Programa de Los 600", porque esa fue la cantidad de mandos medios del FMLN beneficiados.

"Yo, personalmente, negocié con el ex presidente Cristiani, en la casa de Iqbal Riza, por varios semanas", declaró Villalobos.
Los misiles fueron entregados al Departamento de Estado de Estados Unidos. Villalobos asegura que una misión de estadounidenses, en presencia de observadores de las Naciones Unidas, destruyó los misiles.
Y finalmente Norma Guevara del FMLN también dice:

Norma Guevara, del FMLN, dijo días después, en un programa televisivo, que las diferencias entre la Comandancia General y Joaquín Villalobos, del ERP, surgieron al conocer de los trámites que hacían para vender el material bélico remanente de la guerra.

Como puede verse, este tema es viejo y ya ha sido esclarecido incluso por personajes ajenos al FMLN. La carta hecha pública este día, es nada más la reedición de un documento que tiene años de haberlo fabricado el OIE y al que sólo lo han "actualizado" añadiéndole el nombre de Ramiro.

¿Por qué mejor Garrid Safie no se preocupa por esclarecer el caso de la niña Katya Miranda?. Son tantas y tan variadas las voces que lo piden, que lo aclaman, que sólo alguien tan abyecto como Safie puede preferir iniciar una investigación a partir de una carta de una seudo organización fundada por un ladrón a sueldo del OIE que reabrir un caso que de veras interesa y preocupa a la sociedad salvadoreña.

La pelota está en tu lado, Safie.

Alluro
Blog El Tenampa


P.D.: Andan en el ambiente dos rumores: 1. Que una compañía que presta el servicio de Internet en nuestro país está redireccionando las direcciones de nuestros blogs a páginas de Arena. Y 2. Que hay una lista de blogs que expertos en informática contratados por Ávila se encargarán de cerrar en los próximos días. Pronto veremos si alguno de los dos es cierto...

Mauricio Funes apoyando a la selección nacional



Algunos comentarios que dejaron en Youtube.com

sweetpantherita
ese es nuestro Presidente !!! que viva Funes !!! que viva El Salvador !!!


drfumasa
jajajajajajaja

QUE BUENA ONDA SE VIVIO EN EL ESTADIO!!!

QUE GOLAZO EL PRIMERO Y FUNES PRESIDENTE!!!!

OOOOH YESSSSSSSSSSSSSS!!!



besyale
Quien lo puede negar ahora... lo siento por el Galeas.... pero Mauricio si es el fenomeno de Duarte en los 70´s. Mas claro esta cada día que ganara en primera vuelta.... felicidades

danielvillatoro
No cabe la menor duda que nuestro candidato, Mauricio Funes, sera el proximo presidente de El Salvador. La tarea que tendra enfrente sera ardua, pero confiamos en que este sera el principio de una sociedad diferente, mas digna, mas justa, mas equitativa. Con Mauricio Funes el cambio es ahora!!!


payel1
Y A SACA SE LE CAIA LA BABA

cruz2590
tras la alegria de ver a mauricio funes con la selecta Dios nos dio la victoria no cabe duda que Funes GANARA por que Mons Romero Esta con El y si no miren como la gente lo quiere. aver donde estaba avila o inclusive SAca no hace tanto rebuelo. Funes va ha ser un president querido Por el PUEBLO

Iatinoactivo007
Y PARA MUESTRA...UN BOTON!!!
Un saludo REVOLUCIONARIO a los GATOS de los ARENARCONAZIS...vayanse adonde quieran!!!!
OLE OLE OLE OLE FUNES FUNES!!!!

domingo, 22 de junio de 2008

El Secreto de la Riqueza Verdadera - Tomando el Lápiz

Primera Parte

Cuantos de nosotros nos hemos pasado la vida tratando de..., ya sea tomar el lápiz, o tratando de hacer algo, coronar una carrera, conseguir un mejor trabajo, una mejor oportunidad, tratando de tener nuestro negocio; hasta tener una novia más bonita...

Y la vida se convierte en una tanatada de "tratando", una carreta llena de intentos que se transforman en frustraciones. Y siempre decimos, pero si yo "trato". Siempre hacemos el mejor esfuerzo, pero no obtenemos lo que deseamos.

En el ejercicio de trata de tomar el lápiz, no puedes hacer nada, si solo tratas de tomar el lápiz, éste se quedará en el mismo lugar siempre. Si lo tomaste, entonces, ya no trataste, sino que lo tomaste. Entonces, podemos decir, que lo tomas o no lo tomas. Pues si solo intentas tomarlo, entonces no lo tomaste. Si solo intentas hacer algo, no haces NADA.

Para poder hacer algo, debemos tener en nuestro corazón, como sentimiento y no como pensamiento, un deseo. Ese deseo debe ser algo real, algo que sea posible describir, y para nosotros que hasta lo podamos sentir real. El acto de desear - soñar despierto, es un acto divino. Si deseo tener un carro, lo pueda manejar, no importa que sea en el sillón de mi casa, solo yo, sin que nadie me vea, debo vivirlo en el reino de la imaginación; de allí llegará a la realidad física.

Somos Hijos del Dios Verdadero, del Rey de Reyes. Por lo tanto somos mínimo príncipes o reyes, o al menos hijos del rey; y los hijos del Rey tienen todo lo que quieren. En ese sentido, debemos estar seguros que lo que hemos pedido, se nos ha concedido. Todo lo que pidamos a Dios, se nos concede. Estemos conscientes o no del hecho. Entonces mejor es estar despiertos en el espíritu, para saber que hemos pedido, que pedir dormidos o inconscientes de nuestro ser.

Esta primera reflexión se orienta a soñar despiertos, no solo nos quedemos intentando tener algo, tengámoslo, al menos en nuestro corazón, eso quizá se llame fe; y cuando digo tengámoslo en el corazón, es decir démoslo como recibido. Entonces, y solo entonces, ese deseo se puede materializar.

Hay tres condiciones para que todo lo que hemos pedido y se nos ha concedido, se materialice. Estas son que sepamos que todo lo que hemos pedido se nos ha concedido ya, sin haber planificado el cómo; cuando es por fe; pero eso significa que debemos estar dispuestos a recibir. Segundo, que nuestro deseo no intente dañar o perjudicar a nadie más; y tercero: la gratitud. Practicarla, vivirla, sentirla, con Dios y toda su creación.

La paciencia, si bien no es parte de esto, es importante, no solo por que es parte del cómo, cuando no tenemos paciencia, retrasamos la entrega de nuestro milagro, pues queremos decirle a Dios, como debemos tener nuestro deseo o petición.

Comencemos con cosas pequeñas, no con cosas grandes. Luego seguimos pidiéndo, es algo como decir, me subo al bus y encontraré asiento, pruebe y prube, antes de subirse, es como si ya lo tuviera, funciona, solo si cree. Pruebe con el parqueo.


Antes de que se me escape, es importante decir, que TODOS, somos dignos de recibir de Dios, lo que pedimos, por eso, ha sido concedido. Como observación, si queremos navegar en lancha, llevamos la lancha al río, al lago, al mar, a donde hay agua. No esperamos que el agua llegue.

Hay que estar dispuestos a recibir las bendiciones.

viernes, 20 de junio de 2008

Estado Laico, Ya!!!

Tomado de foroagua-elsalvador@gruposyahoo.com

En los últimos días, hemos visto en El Salvador , dos manifestaciones del comportamiento de la clase politica que pensamos requieren una respuesta ciudadana.


1. El día 1 el Presidente de la República inicio el información de los 4 años de su gobierno con las siguientes palabras:


"HACE CUATRO AÑOS, CUANDO INICIAMOS NUESTRA GESTIÓN, COLOCAMOS EN LA MANOS DE DIOS NUESTRO PROYECTO DE SERVICIO A LA NACIÓN. POR ESO AHORA, CUANDO BUENA PARTE DE LA TAREA HA SIDO YA CUMPLIDA, MI PRIMERA PALABRA ES PARA AGRADECER LAS BENDICIONES Y LA GUÍA GENEROSA QUE HEMOS RECIBIDO DEL TODOPODEROSO.

EL TRABAJO CONSTANTE, INFATIGABLE Y SIEMPRE MUY CERCANO A LAS ASPIRACIONES DE NUESTRA GENTE, HA SIDO POSIBLE SOLO CON LA AYUDA DEL CREADOR, Y GRACIAS AL AMPARO DE MILES DE PLEGARIAS DE TODOS LOS SECTORES DEL PAÍS, QUE HAN ENTENDIDO Y ACOMPAÑADO NUESTRA MISIÓN DE SERVICIO.

GRACIAS, PUES, A TODOS AQUELLOS QUE ORAN POR NOSOTROS Y POR EL FUTURO DEL PAÍS. SU CONTRIBUCIÓN ESPIRITUAL ES EL ALIMENTO VIVO, CONSTANTE E INDISPENSABLE DE NUESTRO ESFUERZO".

El Presidente se olvidó de que la separación entre iglesia y estado es un logro ciudadano con varios siglos y unos de los fundamentos de la democracia. Irrespetando que estaba en la Asamblea Nacional, se dedicó a explicar sus creencias religiosas, que la Constitución le garantiza, pero para que las practique en su vida privada y en la iglesia. Ni lo elegimos para escuchar sus oraciones, ni pagamos impuestos para que los resultados del gobierno dependan de las oraciones de las personas con creencias religiosas.

Los resultados de su gestión son únicamente responsabilidad de su gobierno, de las políticas públicas que impulsa y de su capacidad o Incapacidad de negociación y concertación con las otras fuerzas políticas y sociales del país. Por tanto es una irresponsabilidad que nos diga que la gestion de su gobierno la puso en manos de ninguna divinidad, pues es suya y de su gobierno toda la responsabilidad sobre lo acertado o desacertado de su gestión.

Imagino que los creyentes de diversas religiones en el país, no querrán hacerse cargo de los retrocesos en seguridad ciudadana, crisis económica, confrontación politica, impunidad... por tanto el señor Saca no puede hacer responsable de sus aciertos o desaciertos a las divinidades en las que cree.

2. A los pocos días el 6 de junio hemos asistido con estupor e indignación a una de las actuaciones mas vergonzosas de los diputados y diputadas de la Asamblea Nacional, convirtiendo este recinto, que debería ser un espacio ciudadano plural y representativo, en el escenario de representació n de un acto de integrismo y fanatismo pseudo religioso, escuchando los discursos acientificos y ultraconservadores de las jerarquías de iglesias católicas y evangélicas. Comprometiéndose con su firma y sin un debate público, sin representatividad de los ciudadanos, a la firma de una condena sobre los procesos de interrupción del embarazo. Por puro cálculo electoral firmaron, ignorando la cantidad de muertes maternas ocurridas a partir de los cambios en la Constitución que penalizan toda forma de interrupción voluntaria del embarazo, del gran numero de mujeres pobres que cumplen condenas de hasta 30 años de prisión por esta legislación (las ricas abortan en Miami o tienen acceso a servicios de planificación) , a la impotencia de ginecólogas y ginecólogos y personal de salud, ante la amenaza de condenas legales si intervienen en casos en los que deben de salvar la vida de la mujer. Tal actuación vergonzosa e irresponsable los inhabilitan para que podamos confiar en estos diputados y diputadas, que en vez de afrontar con responsabilidad, inteligencia y sentido ético y ciudadano problemas tan graves de salud publica en el ámbito sexual y reproductivo, se pliegan de forma sumisa a los chantajes de los sectores fundamentalistas del país. Tal falta de entereza de aquellas diputadas y diputados, que pensábamos eran capaces de entender y defender los derechos sexuales y reproductivos, generan muy poca o nula confianza sobre su capacidad de realizar los cambios necesarios en el país.

Ante esta situación la ciudadanía no podemos permanecer impasibles, independientemente de las creencias religiosas y filosóficas que se profesen o de los principios científicos o éticos que nos guíen debemos defender un estado laico, que afronte los problemas con rigor científico y principios éticos. Respetuoso de la pluralidad de creencias de la ciudadanía, y que no sea instrumento de sectores religiosos ultraconservadores y fundamentalistas. Cada ciudadana y ciudadano somos libres de tener las creencias que deseemos y de actuar en nuestra vida privada de acuerdo a ellas, pero no puede pretender imponérselas a toda la sociedad.

No mas Inquisición, no mas ayatolas, la humanidad llevamos siglos luchando por que no sean los sacerdotes, brujos, iluminados, pastores, magos, gurús, dictadores los que nos gobiernen. Cada uno puede escuchar y seguir al que quiera, pero que no nos gobiernen en nombre de ninguna creencia religiosa.

Debatamos sobre la necesaria laicidad del estado, promovamos una enseñanza laica, una legislación inspirada en principios éticos universales y no de una religión especifica, saquemos las manifestaciones religiosas de los actos de estado y de gobierno.... .

Hagamos cadena de este texto, demos aportes, criticas, nuevos enfoques...pero no nos quedemos callados ante la imposición de las creencias religiosas desde el estado.



ESTADO LAICO YA.