lunes, 21 de abril de 2008

Cincuenta Preguntas a Dios, Segunda Parte

¿Qué le preguntaríamos a Dios?
El mismo tema, su segunda parte, una pregunta hermosa, todas los son, sin embargo esta es la oportunidad para esta:

¿Qué te gustaría de nosotros para ti?

Dios, el Padre, solo quiere que recordemos quienes somos, y con eso recordar Quien es Él. Si Dios quisiera algo de nosotros eso sería perdonarnos.

Si nos perdonamos a nosotros mismos, entonces podemos perdonar a los demás, al resto a la humanidad y hasta a Dios.

Cuando digo hasta Dios, es porque muchos hemos creído que estamos separados de Él, que n os arrojo y nos condeno, o por lo que sea.


Cuantas veces he escuchado decir, no me pidas disculpas, no me sirven de nada!!!. Cuantas veces he escuchado, si pero me las vas a pagar.

Cuando los grandes Maestros de Dios han venido a la tierra, todos sin excepción nos han enseñado que el perdón es la base para emprender el camino de regreso al cielo.

Y el cielo podemos regresar de inmediato, cada vez que lo deseemos, pues es nuestro hogar natural.

¿Qué es perdonar?, pensar que somos mejor que el otro, o que somos más buena gente que aquel que nos ofendió, o quizá decir, te paso esto, pero la próxima, me las pagas papá, te lo juro que me las pagas.

Personalmente considero que el perdón, no es ninguna cosa de estas. El perdón es algo más hermoso, es un acto de amor, de reconocimiento sobre que y quienes somos. Saber que a nuestra esencia jamás alguien podrá hacerle daño; sin embargo a esa discusión aún no llegaré.

Cuando alguien nos agrede, y nos golpea, que me duele más, el golpe o mi ego. Normalmente duele más el ego.

¿Qué es el ego?
Es aquella voz que grita dentro de nosotros, y nos dice que estamos separados de Dios y de todo aquello que Él creó, que nos dice que no vale la pena perdonar, pues lo que debemos hacer es atacar y demostrar que somos "superiores". Es aquella voz que miente y como miente no quiere que reflexionemos, es ese angelito malo que sale en las caricaturas. El ego es una ilusión, no existe, y como lo sabe, quiere sobrevivir con base a gritos, al ataque, al sufrimiento nuestro, va contra todo y contra todos, hasta en contra nuestra.

Una ofensa, un golpe, una herida, una traición, un asesinato, no siempre es fácil perdonar, pues no reconocemos que la esencia nuestra es eterna. Sin embargo esta discusión, insisto la dejaré para otro momento.

Perdonar es saber que somos seres de luz, seres con un espíritu de amor, y el amor lo perdona todo. El perdón es la base para recordar a Dios. Si no sabemos perdonar, el camino al recuerdo eterno, a la casa del Padre se convierte en escabroso.

El Amor, lo que realmente somos, habla en nosotros y lo hace con voz amorosa. Esa voz que dice, que no paso nada. Perdonar es saber que no pueden dañarnos; tal como Jesús lo hizo en el calvario. Jesús sabía que no podía ser dañado. Su cuerpo sufrió dolor, más su espíritu, la esencia de los Hijos de Dios, estaba inmune al dolor; igual que el nuestro.

Perdonar no es ser mejor que los demás, perdonar es un acto de amor, de olvidar, de dar una oportunidad, para nosotros mismos, de saber que somos espíritu.

Perdonar es comenzar de nuevo, de cero. Perdonar es olvidar; perdonar es, olvidando el aspecto del amor, una necesidad para vivir en paz.

En el entendido que no siempre es fácil dar la otra mejía, entonces si no podemos perdonar, es mejor retirarse y alejarse de aquello que no podemos perdonar, y dejar para después el perdón.

Desde el aspecto psicológico, perdonar es una oportunidad para nosotros de ser felices, pues cuando nos enfrascamos en no perdonar, la ira, el rencor, el sentirnos mal nos invade, pues nos aleja del estado natural, la paz.

Alguna vez hemos perdonado, de las de verdad, y estoy seguro que se siente una paz, un alivio, una descarga que nos invita a llorar y no sabemos por que, algunas veces de alegría, otra de haber vencido al ego, o el ego llora por que lo vencimos. En fin, perdonar no es por los demás, es por nosotros mismos.

Muchas veces pensé que la venganza era dulce, y me vengue, más nunca pude sentir la miel de la venganza. Esa miel es una ilusión.

Estoy aprendiendo a perdonar, sin embargo el perdón es dulce, el perdón es alivio puro y real, es descargarnos de todo ese peso que llevamos dentro, es un acto tan maravilloso que produce milagros; perdonar es entonces una necesidad más que una obligación. Perdonar es ser felices, perdonar es recordar a Dios.

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