Creo que en El Salvador, deben pedir perdón todos, y eso no lo excluye a usted, ni a mí. Debemos pedir perdón todos, pues no hemos dejado progresar a nuestro pedacito de tierra. Aquí, es tan culpable el ejército, como la guerrilla, los políticos y los analistas políticos, las iglesias, y por la pasividad todos los demás.
La globalización de la política es un hecho innegable; antes la guerra fría, y hoy continuamos con la defensa de posiciones externas, en pro o en contra de algo, que lamentablemente siempre han pesado sobre los intereses propios de El Salvador.
El ejército, la guerrilla y quien utilizó las armas, las letras o cualquier otra forma de engaño, o desprestigio, quien fue cómplice y quien cayó, y no solo aquel que segaba la vida de alguien, cometió crímenes atroces; los cuales, independientemente del punto donde se vean, van en contra del ser humano. Ninguno, pero ninguno de ellos es justificable.
En El Salvador aún continua el ataque sin razón, el acomodamiento de frases y hechos para beneficiar a unos pocos, ya sean los areneros o los del fmln.
Creo que todos debemos contribuir a la reconciliación, pero a la de verdad, verdad.
A aquella que no nos lleve a juzgar el pasado, donde todos, insisto, cometimos errores. Sino a aquella donde trabajemos unidos por El Salvador, pero sobre todo por nuestra gente, por el salvadoreño, el rico, el pobre, el asalariado, el empresario, el letrado y el ignorante.
Realmente no quiero que gane ARENA, más sin embargo es importante un cambio real, no por la ideología, sino por El Salvador. Lo que quiero es que surjan voces de personas que de verdad quieran hacer algo por nuestro país, y quizá usted sea una de esas voces, sin partidarismos y sin corrientes ideológicas, esto quizá sea una utopía. Sin embargo los sueños de los locos como yo, algunas veces se concretar en grandes y hermosas realidades.
Creo que el pueblo salvadoreño necesita más que un cambio de gobierno, que de paso la alternancia es saludable para la democracia, necesita voces que se eleven, que puedan ser escuchadas y que rompan con los esquemas tradicionales de acusaciones y vivir en el pasado.
He vivido en varios países de América Latina, desde el cono sur hasta Norteamérica, y en todos hay pobreza, en todos hay desigualdades, pero en pocos hay tanto sufrimiento como en el nuestro. No estoy en contra de los ricos, es más lucho día a día por ser uno de ellos, sin embargo no podemos disfrutar de la riqueza como Bendición de Dios, cuando nos olvidamos que hay gente que no tiene que comer, o que tiene que delinquir para comer, o para enviciarse, el fin no importa.
Mi nación, mi El Salvador, es aquel donde ni capitalismo, ni comunismo; es aquel lugar donde todos sus ciudadanos tengan un plato de comida digno en cada tiempo de comida, aquel donde el que necesite atención médica se le brinde sin costo o sin preocupación al menos sobre el dinero en ese momento, donde todos tengan un techo decente donde dormir. Un lugar donde los niños tengan educación de calidad, y que exista la libertad de ser, de ser quien quieran ser. Donde un empresario se sienta orgulloso de sus colaboradores, y no solo los vea como objetos de producción acelerada de dinero. No espero que desaparezcan las clases sociales, pues cuando cada uno elige que quiere ser, estará eligiendo donde, y a que clase pertenece; un lugar donde el rico sea más rico, pero que el pobre sea menos pobre. Un lugar donde usted y yo, podamos tomar un café, y compartir como los Hijos de Dios que somos. Un lugar donde el pobre pueda convertirse en rico, en exitoso, en poeta, en médico, y que el rico haga lo mismo. Un lugar donde los empresarios tengan ganancias grandes, pero donde los trabajadores tengan sueldos justos.
La riqueza genera riqueza, y esta no se concentra únicamente en posesiones materiales, también abarca la paz y la armonía, la tranquilidad y el amor compartido entre todos. En una sociedad es justo que unos ganen más que otros, sin embargo es injusto que unos ganen 1000 veces menos que otros. No entiendo como un empresario se siente bien en su carro de 50 o 100 mil dólares, pagando salarios de 150 dólares al mes a sus empleados. Es más, a pesar de que no creo que se pueda ofender a Dios, esto es una ofensa al hijo de Dios, a todos los que nacimos de una mujer y que formamos parte de la creación.
Los salarios de El Salvador son sueldos que disimulan la esclavitud, y por eso tenemos tantos salvadoreños en el extranjero. Los indicadores de pobreza no son suficientes, he convivido con ricos y pobres en al menos 6 países latinos, y El Salvador, vaya mi querido país, ese sí que está peor que todos los demás, a pesar de que muchos de ellos parecen muy pobres, o que los indicadores macroeconómicos y los estudios de pobreza reflejen algo distinto.
Los invito a que consulten con su corazón, pero aquel que se escucha en el silencio interior, y que a su vez es la voz de nuestro Padre Eterno, que es Todo lo Es, a que busquen una forma de contribuir a mejorar El Salvador a través de la reconciliación y no de la crítica, que es válida, pero desgarra más nuestra sociedad.
miércoles, 9 de abril de 2008
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