Después de tantos años, mi mujer aún casi me pega diciéndome que no debo decir ¡me regala! Y si no me pega es por que no le regalo la oportunidad de bajar la guardia, jejeje.
¿Cómo puercas hacer para quitarme esa frasecita salvadoreña de me regala?; cuando uno debe decir me da, me puede vender, pero no, viene uno y siempre se le sale, ¡me puede regalar…!
Que problema con esa frase, es que este es un mundo donde uno no puede ir pidiendo regalos por cualquier parte. Y si bien algunas veces uno se podrá encontrar con almas caritativas, otras con almas un poco más legalistas, y otras con aquellas que no comparten ni el saludo.
Es distinto completamente, cuando uno ve una cipota chula, y le dice medio piropeando me regala un beso. Pero decir me regala una aspirina, o me regala una hamburguesa. Cuando uno pide regalado un beso, pues al menos una cachetada de vuelta, por abusivo, pero me regala. No sé a cuanto salvadoreño, y quizá me atrevo decir a cuantos centroamericanos le ha pasado lo mismo, pero aquí una pequeña anécdota.
En Colombia nos habían contratado como asesores residentes para un banco paraestatal; imagínense después de andar como ascensorista de película, con traje y corbata todo el día, y aguantar a la dueña del banco, perdón que diga a la responsable del proyecto por parte del banco; haber discutido a que territorios colombianos iríamos a realizar el estudio de mercado, para implementar en las 720 oficinas del banco un producto crediticio en 6 meses, que normalmente se tardaría en hacerlo 6 años; me traía un dolor de cabeza de esos que de verdad, verdad no se los deseo a nadie, ni a ese miembro de algunos grupos yahoo que la agarró conmigo solo por que soy más guapo que él.
Pero bien, la onda es que después de haberme bajado del bus; en Bogotá es muy común ver a la majada con saco y corbata en el bus; antes que digan que era la excepción, llego a la primera farmacia que se me cruzó en el camino de mi apartamento cerca del Colegio Agustiniano, que me quedaba de pasada de donde vivía, y entré, a la farmacia no al colegio, con cara de medio moridundo, la máquina me quería corregir a moribundo, pero no, es moridundo; y le digo a la chava, ¡me regala una aspirina!
La hermosa colombianita, que a de ver sido de todo buen corazón, pero apegada a la legalidad, me dice, permítame un minuto; se da la vuelta y veo que se va a hablar con su jefe o supervisor o dueño de la farmacia, y regresa con una cara de esas que te indican que trae malas noticias; y me dice, mire no le puedo regalar una aspirina, pero estas que están aquí son bien baratas; le puedo vender una de estas, que son genéricas.
Y de plano, que mi dolor de cabeza desapareció como por arte de magia, cuando me comienzo a reír por la cara de pena, la venta que estaba haciendo y mi verdadera intención. Y en ese instante me pongo a reír un poco más y le digo, realmente discúlpeme, pero lo que yo quiero es comprar; pero mi forma “gentil” de decir quiero comprar o véndame, es regáleme; lo que si les puedo asegurar que mi frasecita me consiguió una buena amiga allá en Bogotá.
Los salvadoreñismos son tan, pero tan cachimbones!!!
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