martes, 3 de junio de 2008

Me regala una aspirina!

Cuantas veces me han dicho, le vendo, pero no le regalo!!


Después de tantos años, mi mujer aún casi me pega diciéndome que no debo decir ¡me regala! Y si no me pega es por que no le regalo la oportunidad de bajar la guardia, jejeje.
Pero como bien dice, dormido papa, dormido te agarro; cada vez que dice eso, me mato de la risa, pero sin embargo creo que ha de ser medio bruja o hipnotizadora, pues hay mañanas que me levanto con dolores parecidos a aquellos que quedaban después de ser atendido por la guardia.


¿Cómo puercas hacer para quitarme esa frasecita salvadoreña de me regala?; cuando uno debe decir me da, me puede vender, pero no, viene uno y siempre se le sale, ¡me puede regalar…!

Que problema con esa frase, es que este es un mundo donde uno no puede ir pidiendo regalos por cualquier parte. Y si bien algunas veces uno se podrá encontrar con almas caritativas, otras con almas un poco más legalistas, y otras con aquellas que no comparten ni el saludo.

Es distinto completamente, cuando uno ve una cipota chula, y le dice medio piropeando me regala un beso. Pero decir me regala una aspirina, o me regala una hamburguesa. Cuando uno pide regalado un beso, pues al menos una cachetada de vuelta, por abusivo, pero me regala. No sé a cuanto salvadoreño, y quizá me atrevo decir a cuantos centroamericanos le ha pasado lo mismo, pero aquí una pequeña anécdota.

En Colombia nos habían contratado como asesores residentes para un banco paraestatal; imagínense después de andar como ascensorista de película, con traje y corbata todo el día, y aguantar a la dueña del banco, perdón que diga a la responsable del proyecto por parte del banco; haber discutido a que territorios colombianos iríamos a realizar el estudio de mercado, para implementar en las 720 oficinas del banco un producto crediticio en 6 meses, que normalmente se tardaría en hacerlo 6 años; me traía un dolor de cabeza de esos que de verdad, verdad no se los deseo a nadie, ni a ese miembro de algunos grupos yahoo que la agarró conmigo solo por que soy más guapo que él.

Pero bien, la onda es que después de haberme bajado del bus; en Bogotá es muy común ver a la majada con saco y corbata en el bus; antes que digan que era la excepción, llego a la primera farmacia que se me cruzó en el camino de mi apartamento cerca del Colegio Agustiniano, que me quedaba de pasada de donde vivía, y entré, a la farmacia no al colegio, con cara de medio moridundo, la máquina me quería corregir a moribundo, pero no, es moridundo; y le digo a la chava, ¡me regala una aspirina!

La hermosa colombianita, que a de ver sido de todo buen corazón, pero apegada a la legalidad, me dice, permítame un minuto; se da la vuelta y veo que se va a hablar con su jefe o supervisor o dueño de la farmacia, y regresa con una cara de esas que te indican que trae malas noticias; y me dice, mire no le puedo regalar una aspirina, pero estas que están aquí son bien baratas; le puedo vender una de estas, que son genéricas.

Y de plano, que mi dolor de cabeza desapareció como por arte de magia, cuando me comienzo a reír por la cara de pena, la venta que estaba haciendo y mi verdadera intención. Y en ese instante me pongo a reír un poco más y le digo, realmente discúlpeme, pero lo que yo quiero es comprar; pero mi forma “gentil” de decir quiero comprar o véndame, es regáleme; lo que si les puedo asegurar que mi frasecita me consiguió una buena amiga allá en Bogotá.

Los salvadoreñismos son tan, pero tan cachimbones!!!

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