El perdón es un acto de amor, de amor por nosotros mismos. El perdón verdadero no busca humillar, ni menospreciar a nadie; el perdón verdadero entiende que es un acto individual, donde quien ha perdonado goza del fruto de la paz. Al perdonar a otro, nos perdonamos a nosotros mismos. La mayor ganancia de perdonar es entender que somos nosotros los beneficiados, por que hemos liberado nuestro corazón del odio, de la desgracia, hemos liberado la paz que teníamos cautiva y ahora es libre de bendecirnos, con tranquilidad, y con entendimiento de saber quienes somos.
El perdón tiene facultades espectaculares, y todas nos benefician directamente a nosotros. Al perdonar transformamos un mundo de pecado, de odio y de rencor en un mundo de paz, de gloria, donde nosotros que lo habitamos nos agradeceremos por el gesto de entender que hemos sobrepasado la barrera de la ilusión mortuoria, que habíamos preparado para nosotros mismos.
Nadie perdona a menos que crea en el pecado, en su propio pecado y que necesita ser perdonado. Perdonándonos, es como entendemos que el perdón es una necesidad para no tener más por que ser perdonado. Perdonando a otros, sin excepción es como nos perdonamos nosotros mismos. El perdón descansa en lo que concede. El perdón ofrece vida nueva a quien lo concede.
El perdón tiene facultades milagrosas, pues puede concedernos a los que perdonamos: luz, y dicha; liberar nuestras mentes y corazones para trabajar por algo más grande, mucho mayor, de beneficio real para nosotros y los seres que amamos. El perdón no significa ser mejor que el otro, tampoco que he sido catalogado como mejor y superior a quien me ha ofendido. El perdón es reconocer la grandeza de nuestra naturaleza, esa grandeza divina de ser Eternos, como la Fuente de nuestro ser. Perdonar no es demostrar benevolencia, esa queda para seres inferiores que necesitan que reconozcan la grandeza que saben que no radica en ellos.
Perdonar sin amor, perdonar humillando es un acto soberbio, de engrandecimiento del ego; por que sentimos que somos menos de lo que realmente fuimos creados. Perdonar sin amor es un acto vacío.
La mancha; el pecado, la ofensa en los otros, es en nosotros; es ese pequeño obstáculo que se interpone entre nosotros y la riqueza del cielo, y demora el feliz momento donde las puertas de nuestra casa, el cielo, se abrirán ante nosotros, derramando gozo, plenitud, paz, Amor y todo lo que venga por añadidura.
El perdón incluso nos libera del tiempo, y nos ayuda a comprender que el pasado ya pasó, y que tenemos el ahora, para vivir en el, eternamente. El perdón nos libera de las pesadillas, de los temores y libera todo nuestro potencial, como seres de luz, como creadores, como seres espectaculares.
El perdón es para nosotros mismos. ¿Necesitamos clamarnos a nosotros mismos, el perdón, nuestro perdón para nuestros actos que consideramos errores?
lunes, 5 de mayo de 2008
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