Está anocheciendo, el tiempo
se desvanece en su correr
perdido, en la estancia sola,
dentro de la historia misma
y los recuerdos me atacan
sin sentido, para llenar
mis ansias de tener el sabor
bendito, de labios dulces
puros, divinos y sagrados.
Gracias padre celestial,
por darme este momento
para dormir tan feliz,
esta noche es digna para mí,
a ti madre, por besarme
para que mis sueños pesen
el sendero de mis pasos,
y tome la decisión
en olvidar para siempre,
la concupiscencia vana
y enmendar esos errores,
que condujeron a perderme,
ahora deposito en ti señor,
con mis palabras sencillas,
postrado ante ti señor,
la virtud de la redención,
para entregarte mi vida
en cuerpo y alma, y dejes
estar junto a lo que amo
con toda la vigorosidad
que tu me has dado siempre…
Así quedó el orador,
con las rodillas rotas,
su cabeza erguida y fría
ante un altar, que jamás
volvieron sus ojitos ver
y el mundo criticó ese
beso, que tanto pedía,
a, alguien que jamás ellos
pudieron ver en esta tierra…
Aristarco Azul
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