“ENCUENTRO INESPERADO”
Con su rostro tendido viendo al piso,
recibiendo luz de luna en la coronilla
de su cabeza, teñida por los rayos
de luna que le perdieron el color
castizo, cambiándolos por hilos
plateados perdiéndose en el inmensidad
y profundo e inexplicable del universo,
¡Parece que en silencio llora su alma!
hecha nudo por los dolores
del tiempo, atados a los recuerdos,
y en su garganta se ahogan los gritos
que lo atacan a cada momento,
¡está sudando!, y se confunden sus lágrimas
que bailan lentamente en la pista
de sus tristes rubíes cansados,
¡Van dejando huellas en sus mejillas!,
perdiéndose en los pliegues, que la estancia,
le viene haciendo desde ya varias décadas,
necias como tormenta caen sus lágrimas
en la lúgubre tierra, ¡junto a una cruz pintada
de color verde esperanza!, ¡tiembla!, no de frío,
porque el mismo frío, ¡ha huido por el tormento
y la asfixia, junto al silencio vertiginoso
las aves nocturnas han sido asediadas,
por magnánimo momento!, que parecen
estatuas de marfil esculpidas para la eternidad;
al ver con asombro ¡a quien se estremece
en el borde del predio entre cruces y bóvedas!,
donde se está guardando ¡un profundo sentimiento!…
¡Así!, era la descripción de aquel momento,
de la estancia de la vida, que era bañado por luceros
y el cántico de una banda de grillos que permanecían
entre zarzas, cruces quebradas, sin nombres de sus dueños
y luciérnagas que parecían buscar algo con sus lámparas,
sin encontrar nada, el vulgo de las gentes
con atónito asombro oraba en silencio,
pidiendo a Dios culminación
de dicha presencia inexplicable…
¡El cielo, se tornó de nubes negras
cargadas de tormenta!, surgiendo
una noche de cinco días que no se vio el sol;
criticando la gente de maldición, sin darse cuenta
de quien sufría era el hijo del alcalde,
que buscaba ansioso, el consejo de su padre,
para poder encontrar el amor de su hijo,
¡Que había negado por los malditos celos!…
Acabada la tormenta, después de cinco noches,
el sol salió contento con sus rayos;
¡y un niño se le acerco lentamente diciéndole!:
- ¡Levántese señor!, tome un vaso con agua y cúbrase
con mi camisa, que tiembla de frio y de hambre…
-¡El hombre!, ya ciego de tanto llorar y no dormir,
¡alzo su cabeza y con un grito exhausto!, dijo:
-¡Gracias señor gracias, Dios mío, ¡hiiiijooooo, te aaaaaaamooooooooo! …
Aristarco Azul
28/05/2011 *
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