Debemos desaprender los viejos esquemas, y ser como niños, comenzar a ver el mundo de una manera nueva; y entregar el resultado de nuestra vida a Dios.
El resultado de nuestras vidas es la culminación de una entrega despreocupada de nuestras decisiones al Espirítu de Dios. Entonces allí podremos decir, que sea Dios el que actúan en mi nombre y no yo.
¿Es eso no tomar responsabilidad de mi vida?, no, para nada. Es establecer una comunicación silenciosa con el Creador y dejarlo a él guiarme a mí; finalmente recuerda que quien toma las decisiones es uno mismo, el lbre albeldrío, ¿sí?
jueves, 2 de septiembre de 2010
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