Hay abuelita ese me da miedo, primero
déjame cerrar la puerta con la tranca, para que no se nos meta el juez a la
casa. Acto seguido salió de la cama completamente desnudo, corrió hasta la
puerta de la casucha vieja, tomo un travesaño de madera que servía para
asegurar la puerta desde adentro, con mucho esfuerzo y pericia logro pasar el
tronco entre dos piezas de madera que servían de seguro. Regreso corriendo, se
metió dentro de la cama y dijo, “estoy listo abuelita”.
La viejecita se sentó junto a Juancito,
justo cuando esta estaba lista para iniciar el cuento, el niño se levantó
nuevamente de la cama y agarrando su parte masculina, y cerrando sus dos
piernitas dijo, “Te vas a tener que esperar abuela me estoy miando”, y si me
acuesto así te voy a miar toda la espalda. Fue nuevamente a la puerta removió
el travesaño y salió de la casita.
El escusado estaba hecho de pedazos de
madera viejos, que únicamente protegían del viento y no de ojos curiosos de
algunos vecinos, era un agujero cavado en la tierra de unos 10 metros de
profundidad, este agujero estaba coronado por un asiento de madera para poder
hacer, las necesidades de las que ninguno de nosotros estamos exentos.
Juanito subió sobre una pequeña
sillita, que su abuela había hecho para que su nietecito se pudiera sentar
sobre el asiento. Juanito comenzó a hacer caca. Cada vez que hacia esto le
gustaba hacer el menor ruido posible, para así escuchar cuando la caca caía en
el fondo del agujero, siempre gritaba “adiós caca”, “cuídate caca”.
Termino de hacer sus necesidades, tomo
un pedazo de papel periódico y se limpió, para luego salir disparado donde su
abuelita, tan pronto entro a la casita, inicio el ritual de poner el travesaño
para asegurar la puerta.
¡Ya! abuela ya estoy acá, fíjate que si
no hubiera ido a miar también me hubiera cagado, hubieras visto la gran caca
que me salió, si hubieras estado allí con migo te habrías asustado, hiso un
ruido tremendo, y hasta me dio aire en las nalgas cuando cayó al fondo. Ahora
cuéntame el cuento del justo juez de la noche.
La abuela tomo al niño, y lo sentó
sobre su regazo. Los ojos de su nietecito brillaban con el brillo que
exclusivamente da el amor, y el cariño que únicamente en los ojos de los
inocentes pueden brillar.
Era se una vez en un pueblo lejano,
donde vivía un niño muy malcriado, que lo único que tenía era una viejecita que
lo quería mucho, la viejita le decía al niño, mira mi hijo no salgas de noche,
que es muy peligroso. Pero el niño nunca hacia caso, siempre se escapaba para
ir a robar la fruta de los árboles de los vecinos.
“Espérate abuela tú ya me estas
jodiendo”, si solo fue una vez que me robe un mango de donde doña maría, y lo
peor es que ni me lo pude comer, porque estaba podrido me salió con gusanos.
No Juancito yo no hablo de ti hablo de
otro niño que se parece a ti. ¡A bueno!, si es otro niño entonces continúa
abuela.
Gracias dijo la viejita y continuo,
como te decía, la viejita siempre le decía no salgas de noche, te puede pasar
algo, pero el niño no hacía caso y decía que su mamá no sabía nada, además él
era un hombre y podía hacer lo que quisiera. Una noche la señora se fue acostar
y dejo al niño despierto, este dijo ahora vengo voy a el baño, y salió pero no
para el baño, decidió ir a el rio, para tirar piedras y matar sapos. La noche
estaba oscura, la luna se durmió y no había querido salir para alumbrar un
poco.
Hay abuela es que la pobre luna no
puede estar toda la noche alumbra, que alumbra la pobrecita, tiene que dormir.
Juancito si me sigues interrumpiendo jamás terminare de contarte el cuento.
Perdona abuelita linda sigue contando.
Cuando el niño llego a al rio busco
muchas piedras y cada vez que escuchaba el croar de un pobre sapo o una ranita,
les tiraba piedras para tratar de matarlos. Ese niño si es malo abuela. Si era
muy malo dijo la abuela. Sigue abuelita quiero ver qué le pasa a ese niño
malcriado.
Como te decía le tiraba piedras a todos
los animalitos, justamente cuando estaba por tirarle una piedra a un gran sapo
verde que salió del rio, el niño escucho una voz, con un sonido que él nunca
había escuchado.
Se giró rápidamente para ver de dónde
provenía aquella voz pero no vio nada, quizás sea el viento dijo el niño.
Levanto la mano para tirar la piedra a él gran sapo cuando la voz volvió a
sonar, y la voz dijo. La abuelita fingió una voz gutural, como un sonido de
ultratumba y dijo,
“La noche me pertenece, el rio me
pertenece, los sapos me pertenecen, quien osa destruirlos”. Ante el sonido que
hiso su abuela, Juanito se abrazó más a ella y dijo, hay abuelita si esta noche
no puedo dormir es tu culpa, no me vayas a estar dando pataditas para que me no
me mueva mucho, y te deje dormir porque, es tu culpa. Entonces ya no sigo
contándote más el cuento, dijo la abuela. “No no no abuela tu sigue que yo ya
estoy grande”. Bueno dijo la abuela y continúo.
El niño malo al escuchar aquella vos se
paró muy asustado, y vio por todas partes para poder ver de dónde provenía
aquel sonido, pero por más que buscaba no lograba ver nada. “Hoy si jodieron a
ese niño a abuela”, la interrumpió Juancito. Juancito ese lenguaje tienes que
cambiarlo dijo la abuela. Si lo hare abuelita pero sigue con el cuento.
La abuela continúo con su cuento. El
niño malo se sorprendió al escuchar la voz y grito, “Si crees que me vas a
asustar estas equivocado, a mí no me asusta nada, y ahorita voy a matar a este
sapo”. Justamente cuando estaba levantando la mano, el gran sapo se convirtió
en un hombre muy alto, era tan alto, que los pies eran casi de un metro de
largo. ¡Huy ese hombre si era patudo abuela!, si mi hijo tenía los pies
grandes.
El hombre llevaba puesto un pantalón
negro, camisa blanca, saco color negro, tenía una corbata alrededor del cuello,
además de sostener un sombrero en su mano izquierda, toda la ropa le quedaba
floja, pareciera que era de otra persona más alta que él.
La noche es mía repitió el hombre, el
niño malo no lograba ver la cabeza del hombre, y se preguntaba por qué no le
podre ver la cabeza, esto estaba pensando el niño malo cuando, el hombre comenzó
a hacerse más pequeño hasta casi llegar a la altura del niño malo, este al ver
esto quiso correr, pero sus pies estaban inmovilizados por muchos sapos y
ranitas que lo tenían agarrado, quiso patalear pero no podía, quiso saltar pero
era imposible, levanto la vista y vio que el hombre no tenía cabeza, lo que
salía era humo por el lugar donde debería estar la cabeza.
El niño malo, se sobresaltó, sintió que
su corazón se salía de su pecho, estaba aterrorizado, mil cosas pasaron por su
pequeña cabeza, quería huir del lugar pero era imposible, comenzó a sudar
fuertemente, sus pequeños pies temblaban, los dientes le castañeaban, todo su
cuerpo titiritaba a pesar de ser una noche caliente.
El hombre se acercó más al niño malo y
dijo, -en este momento te convertiré en sapo y nunca más podrás ver a tu madre,
ante esta amenaza el niño no se pudo contener más, y comenzó a llorar y
suplicar que no lo convirtieran en sapo, pero el hombre hiso el menor caso del
niño.
Este se quedó como paralizado cuando el
hombre dijo, “yo el justo juez de la noche, el único rey de la noche, rey de
todos los animales nocturnos, te condeno a convertirte en un sapo”, y el
encantamiento comenzó, “kueyatl, kueyatl, kueyatl te convierto en kueyatl”.
La noche oscureció como nunca varios
lobos aullaron, todos los sapos del rio dijeron crock, el rio se quedó sin
agua, las piedras desparecieron, repentinamente todo volvió a la normalidad, el
niño salió corriendo para su casa, pero cuando comenzó a caminar sintió que
caminaba a saltos, bajo su cabeza para ver cuál era el problema y vio que tenía
4 patas de sapo, dio tres largos saltos y fue al rio, con la luz de la luna
sobre el agua pudo ver su propio reflejo, cuando se vio se sorprendió y quedo
horrorizado, lo habían convertido en un gran sapo, quiso llorar pero no pudo,
una ranita que estaba cerca de el al verlo, le dijo no trates de llorar que no
podrás, nosotros los anfibios no podemos derramar lágrimas, cuando lloramos lo
hacemos con lamentos internos. Pero yo no soy sapo dijo el niño, yo soy un
niño, además mi mamá me espera en casa.
No dijo la ranita tus eres y serás para
siempre un sapo, el justo juez de la noche ha dictado su sentencia y él es el
único que la da y es el único que la puede quitar.
—¿Dónde lo puedo encontrar?, pregunto
el niño. —El está en todo lugar está en todas partes dijo la ranita. Pero yo no
lo puedo ver dijo el niño, tu no dijo la ranita pero el si te puede ver,
recuerda el mira todo lo que haces, como el día que llegaste hasta el rio, y lanzaste
piedras a todos los sapos y ranas que podías ver, el justo juez vio cuando, con
una piedra mataste a mi madre, y a uno de mis hermanos, yo me salve por
casualidad.
Ante esta declaración el niño se sintió
triste y quiso llorar pero como era sapo no podía, vio a la ranita se acercó a
ella y dijo, “Perdóname ranita por tanto daño que he ocasionado, daría
cualquier cosa por retroceder el tiempo”. No sapito el tiempo es como las
palabras, cuando salen de tu boca no hay manera alguna de regresarlas, y lo que
dices y haces marcara tu futuro para bien o para mal.
Pero no te preocupes contesto la
ranita, ya llore mucho internamente, además el justo juez de la noche nos pide
que perdonemos a todos los que nos hacen daño. ¿Quieres que te cuente un
cuento? Si dijo el niño malo convertido en sapito. Muy bien dijo la ranita pon
mucha atención.
Espera abuela deja que quite este
pedazo de pan que me está molestando la espalda, dijo Juancito. Ante esto la
abuela respondió, hasta cuando vas a aprender Juancito que en la cama no se
come, hay abuela, ¡si nomas es un pedacito de pan que escondí ayer para
comérmelo ahora!, pero ya está muy duro, mejor lo tiro no vaya ser que el justo
juez de la noche haga que se me quiebre un diente.
Continua abuela quiero saber que le
paso al sapito malo. Y la abuela continuo, pues bien el sapito se sentó sobre
una piedra color negro, cubierta de musgo. El sapito sintió lo fresco del agua
del rio y dejo de pensar en su casita, mientras la ranita comenzaba la
narración del cuento.
Muy bien sapito erase una vez en un
país muy lejano, donde todos los seres vivos vivían en armonía, paz y mucho
amor, era un lugar maravilloso donde todo mundo hablaba el mismo idioma, todos
se entendían, cuando los pájaros cantaban todos sabían lo que cantaba, cuando
un perro ladraba todos entendían sus ladridos, era un país hermoso, tenía un
rio muy majestuoso lo llamaban rio Lempa, era muy caudaloso, tenía pececitos de
muchos colores que todas las tardes al ponerse el sol salían del agua para
poder hablar, y jugar con todos los demás seres vivos.
Abuela ese es un cuento los peces no
puede salir del agua, y menos hablar, todo lo que hacen es mover la boca así,
Juancito abriendo y cerrando su boca en forma de “O”, emulo el movimiento de la
boca de un pez. La abuela dijo Juancito si sigues interrumpiendo no te contare
el cuento. Está bien abuela mira, Juancito junto sus labios apretó hasta que
sus labios se convirtieron en dos finas líneas, junto sus dedos índice y pulgar
los paso por sus labios, semejando cerrar un zipper, simulo cerrar un candado,
para luego pretender que tiraba una llave lejos de su cama.
Como te contaba dijo la abuela, la
ranita le explico al niño del gran rio Lempa que aparte de tener pececitos,
cangrejos, camarones y un sinfín de animalitos, también bañaba con sus aguas
los campos de este maravilloso país.
Todos los seres vivos estaban muy
felices y vivían en armonía entre ellos y con la naturaleza, hasta que un día
llego un animal que nadie conocía, era un animal que se reía de todo, y no
tenía respeto por nada, dijo que su nombre era hiena y que era del áfrica o
algo así. El sapito pregunto a la ranita donde estaba el áfrica, la ranita dijo
que más o menos a tres días nadando por el gran mar, pero que ella no sabía muy
bien porque aún era pequeña y nadie la había enseñado eso.
La ranita continuo, como te contaba la
hiena que era un animal muy raro, no era perro, pero parecía, no era felino,
pero parecía, era bien feo, Su pelaje era corto, un poco amarillento y rojizo,
con muchas manchas ovaladas de color marrón oscuro, sus patas traseras eran más
chicas que las delanteras, todos le teníamos miedo.
Una cabrita se hiso muy amiga de la
hiena, y fue allí donde comenzaron todos nuestros problemas. Hay abuela esas
cabras solo metiéndose en problemas, Que paso Juancito no que habías cerrado
con candado esa boca. ¡Huy! se me olvido abuela pero sigue por favor.
Nuestros problemas comenzaron cuando la
hiena le explico a la cabra que no era justo que el caballo comiera más que
ella, si los dos vivían en el mismo lugar, que la única manera de remediar eso
era por medio de una revolución, la cabrita le pregunto que era revolución, la
hiena le explico que una revolución es un cambio social en la estructura de
poder, o la organización de un país o una sociedad.
La cabrita no entendió nada pero, para
no parecer tonta dijo que estaba bien que necesitábamos una revolución, y que
si la hiena le enseñaba como hacer la revolución ella la llevaría a cabo. La
hiena rio mucho y su risa impetuosa y ruidosa se escuchó por todo el país.
La hiena y la cabrita se retiraron a
las montañas más lejanas del país, y comenzaron a planear la revolución, La
cabrita aprendió mucho en poco tiempo, ya que era muy inteligente, y a los
pocos meses regreso para dar un discurso político.
Mis abuelos estuvieron en ese discurso
y contaron a mis padres, ante esa palabra la ranita se entristeció, ya que a su
padre lo había aplastado un automóvil, y a su madre la había matado el niño
malo, que ahora estaba convertido en sapito.
La cabrita subió al pódium y dijo:
Queridos animales, sin distinción de raza o clase sociales, quiero que presten
mucha atención, ya es tiempo que nos armemos de valor y luchemos contra las
injusticias de este país, donde el más débil es pisoteado por el más fuerte,
donde únicamente 14 razas de animales, tienen el poder, mientras nosotros la
mayoría nos morimos de hambre.
Todos los demás seres vivos se vieron
unos con otros y no entendían que es lo que la cabrita quería, ya que mientras
ella hablaba la hiena se reía, y comía todo lo que podía comer. Esa cosa de la
revolución duro por varios años, hasta que ya cansados del desorden que la
hiena y la cabrita habían hecho, muchas razas de seres vivos se fueron alejando
del lugar, hasta formar sus propias colonias y evitaron tener contacto con las
otras razas, de esta separación nació una raza más despiadada de todas, una
raza que no tiene respeto ni amor a nada, una raza cuyo único fin es hacer daño
a todo ser viviente que no es igual que ellos, e incluso se matan entre ellos
mismos por el único placer de matar.
¿Cuál es esa raza tan cruel?, pregunto
el sapito. Esa dijo la ranita es la raza Humana, que nos mata a todos los seres
vivos y a las plantas, por puro placer, esa raza que no respeta el planeta
donde viven, este planeta que ellos piensan que les pertenece, además de creer
que son dueños de todo lo que este planeta posee.
Esa raza es la más cruel que jamás mis
ojos hayan visto. Después de la revolución, la hiena se apodero de todo lo que
pudo, se alió al caballo y a los animales más grandes, y dejo que la pobre
cabrita que había puesto todo su empeño y sacrificio, siguiera siendo el mismo
animal, mientras ella gozaba de todos los logros de la revolución.
Hay ranita yo sé que la raza humana es
mala, pero no todos, existen los niños a los cuales se les puede enseñar a ser
mejores seres, ante esto la ranita paro sus patitas delanteras, movió su cuello
hacia adelante y dijo, “pero como podemos cambiar esto, si tú eras parte del
problema”, “tu viniste acá únicamente con el fin de matar”.
Perdóname ranita, te juro que si
volviera a nacer humano no mataría a ningún animalito nunca más.
Un poco tarde para eso dijo la ranita,
luego dijo, ven sígueme te acompañare a tu casa para que veas a tu madre por
última vez. Se fueron de salto en salto, hasta llegar a la casa del niño malo
convertido en sapito.
Al llegar a la casita esta tenía la
puerta abierta, y el sapito pudo ver a su mamá que lloraba, y decía algo pero
él no podía entender nada de lo que hablaba, únicamente escuchaba un sonido que
para él era incomprensible, puso su patita en su oído derecho para introducir
un dedito y limpiarlo, y así tratar de entender, pero no pudo ya que no tenía
dedos.
Al ver su tristeza la ranita le dijo.
Pide al justo juez de la noche que te ayude para que puedas escuchar. Ante esto
el sapito inclino su cabecita hasta topar al piso, y pidió al justo juez de la
noche, que por lo menos le permitiera escuchar a su madre por última vez, y que
después se iría para el rio y no volver jamás. No había terminado de pedir
cuando, las palabras tomaron matices en sus oídos, escucho a su madre decir.
Dios mío por favor cuida a mi hijo, yo
sé que es un niño malcriado, y mal educado, pero no es su culpa señor, es mía
por trabajar tanto para que no le falte nada, tu sabes que trabajo casi 16
horas al día, los 7 días de la semana, pero lo hago para que a mi hijo no le
falte nada, perdónalo señor y has que regrese a casa, además ayúdalo a ser
mejor persona, y si algo malo le tiene que pasar a él, no permitas mi Señor,
deja que todo lo malo destinado para el recaiga sobre mí.
El sapito al escuchar esto salto y
salto, abrió su boca y grito mamá perdóname, te quiero mucho y prometo que
cambiare, mama, eso creyó el decir pero de su boca únicamente se escuchó
“Croac”,” Croac”.
La ranita hablo al niño y dijo, en este
momento puedes pedir al justo juez de la noche que convierta a tu madre en
rana, para que puedas estar a su lado. El sapito se horrorizo ante semejante
sugerencia, y grito ¡no!, amo mucho a mi madre, pero nunca quiero que sufra, ya
le hice sufrir mucho, lo único que pido es que el justo juez de la noche la
haga que me olvide, para hacer menor su sufrimientos, conmigo que haga lo que
quiera, si mi destino es ser sapo lo hare con mucho gusto, sin hacer daño a
nadie y lo que hice cuando era humano pido perdón, y aunque el pasado no se
puede cambiar, si se puede mejorar el futuro.
Desde este momento seré el sapo más
humilde del mundo, y pido al justo juez de la noche que el recuerdo de mi
madre, este siempre conmigo.
Repentinamente las paredes de la casa
temblaron, la noche se volvió más oscura, miles de sombras pasaron frente a los
ojos del sapito, una fuerte sonrisa se escuchó
¡JAJA ¡,¡JAJA!, ¡JAJA!, el candil de la
casa se apagó, el sapito quiso correr a salvar a su madre pero no pudo, las
patas se habían fundido dentro de la tierra, la vos no le salía y tuvo miedo,
pero no por él, tuvo miedo de que algo malo le pasara a su madre.
Sin que nadie encendiera el candil, la
casita comenzó a iluminarse, de una luz blanca como la luz de la luna, la
ranita que estaba junto al sapito, comenzó a crecer, y crecer hasta convertirse
en un magnifico caballo, de un color negro como el azabache, de crines largas y
lustrosas, con los cascos de las patas más blancos que la leche.
La ranita se convirtió en un caballo
hermoso, lo único que no tenía eran ojos, únicamente dos huecos que brillaban
como las brasas de un fuego.
Sobre el hombro del fantástico caballo,
estaba el justo juez de la noche, y con su voz fuerte y de ultra tumba dijo:
“Duerme sapito que mañana será otro
día”, y el sapito cayo presa de un sueño pesado del que no pudo despertar,
hasta el día siguiente cuando la luz del sol toco su piel.
Al despertar el sapito, movió sus
manita hacia su cara, y para su sorpresa tenia dedos, tenía manos, tenía pies,
corrió hacia el espejo, y vio que volvía a ser un niño, corrió a la cama de su
madre le dio un gran beso, y la apretó en un abrazo fuerte diciendo, te quiero
mamá y nunca más te fallare.
Desde ese día el niño fue al rio todos
los días llevaba pedacitos de pan, y los daba a los pececitos y a todos los
sapitos que encontraba.
Hay abuela dijo Juancito yo no creo que
ese niño quiera a su mamá más de lo que yo te quiero a ti.
Buenas noches abuela y gracias por mi
cuento. Juancito se echó en la cama, no pasaron más de dos minutos cuando el
niño comenzó a roncar, en su carita se notaba la felicidad que nos da la
sencillez de los niños. Su abuela le beso la frente, lo cubrió con una sábana y
dijo. Que Dios guarde tu inocencia por toda la eternidad, Buenas noches mi
niño.
A lo lejos un gallo canto anunciando la llegada de un
nuevo día. Juancito se movió de la cama busco a su abuela y no la encontró,
luego se sentó y grito, “Abuela ese gallo no deja dormir tenemos que hacer algo
con él”. El niño tenía su propia camita
pero no le gustaba dormir en ella, prefería dormir con la abuela.
Juancito dijo la abuela ese gallo no es nuestro, no
podemos hacer nada con él, además es el único reloj que tenemos en el pueblo, y
si ese animalito no nos despierta, como te levantaras temprano para ir a la
escuela. Hay abuela ese gallo ya me tiene cansado, canta que canta todas las
mañanas. ¡A levantarse! dijo la abuela, ahora comeremos unos frijolitos bien
refritos, con unos huevitos como a ti te gustan.
Abuelita como te quiero, te prometo que voy hacer el
mejor niño de este mundo, para que te sientas orgullosa de tu nieto.
El pequeñín se levantó y salió corriendo directamente hacia
la mesa, pero su abuela lo paro de improviso y dijo, “¡no, no!, niño antes de
comer hay que bañarse, ante esta palabra la cara del niño cambio de semblante,
y dijo pero abuela si me bañe hace tres días, y si sigues bañándome tan seguido,
me harás desaparecer.
No Juancito a bañarse, el niño a regañadientes se dirigió
a el lugar, donde la abuela había puesto un poco de agua, que con anterioridad
había calentado, y lo baño.
Después del baño ambos fueron a sentarse para poder
comer. ¿Abuela porque tu comes tan poquito?, además, parece que no te gustan
los huevitos, casi toda la comida me la distes a mí.
Yo ya estoy vieja no necesito tanta comida, tú todavía
tienes mucho que crecer y necesitas comer más, además yo me lleno con cualquier
cosita. Esa era la respuesta de la abuela, cada vez que Juancito preguntaba, por
qué ella no comía mucho, la realidad era otra, la comida era escasa, el dinero
que recibía por la pensión era muy poco, y apenas alcanzaba para mal vivir,
pero la abuela era feliz, tenía a su nietecito, y eso era todo lo que ella
necesitaba en este mundo, la comida para ella era algo secundario, aunque
cansada por tantos años que llevaba a cuestas, ella era feliz con su nieto.
Juancito era lo único
que le ayudaba a seguir adelante, y siempre mostraba una cara de alegria, para
hacer feliz a su nietecito. Abuela ¿tú crees que sea necesario ir a la escuela?
Si mi niño la escuela es lo más importante, sin educación no se pueden lograr
muchas metas que tenemos en la vida, puedes llegar a ser abogado, doctor,
ingeniero, presidente.
Apenas hubo mencionado la palabra presidente, cuando el
niño se puso de pie, cruzo sus dos bracitos y en tono molesto dijo, “Hay abuela
pídeme que estudie lo que quieras pero, ¡presidente! nunca”.
Abuelita te haré caso y estudiare muy duro, para
comprarte unos zapatos, porque esos ya
los tienes con agujeros, y el frio se te ha de meter por las patas, también te
comprare ropita nueva, para que estrenes ropa nueva todos los días.
La abuelita tenia puestos unos zapatos que alguna vez
fueron negros, una hebilla que había perdido todo su brillo, colgaba en la
parte superior de los dos zapatitos, unas suela en ambos zapatos, que no tenían
nada que envidiarle a un colador, llevaba puesta una camisa de lana color
verde, que denotaba haber visto muchos inviernos, una falda que nadie podría
saber el color original debido a todos remiendos, a los que había sido
expuesta, a pesar de llevar la pobreza sobre su cuerpo la expresión de la
abuelita demostraba, cariño, amor, las arrugas de su cara, lucían como líneas
de luz de luna, la piel flácida de sus brazos, invitaba a tocarlos, para poder
sentir todo el calor que una madre puede dar. Su rostro mostraba el gran amor que esa mujer
tenía, y había tenido por todos y cada uno de los seres humanos a los que ella
había educado, eran miles de niños y todos ellos habían crecido siendo seres de
bien.
Esa era su satisfacción más grande, pasaba miserias pero
eso no le importaba, el simple recuerdo de sus estudiantes, le llenaba la vida,
y aunque tenía años de haberse jubilado, siempre pasaba por la puerta de su
escuela, miraba hacia adentro y lloraba al ver a tantos niños, y saber que ella
había educado a sus padres.
La vida de la abuela era triste, su esposo había muerto
cuando ella tenía 30 años, su único hijo había sido llevado al ejército por la
fuerza, ella trato de impedirlo, pero no pudo, estaba condenada a vivir en la
miseria.
Abuela
ya vine de la escuela, pero ya no pienso regresar más, ninguno de los maestros
sabe nada, el de matemáticas es el más bobo de todos, y dice puros disparates.
Juancito no puedes hablar así de los demás, una persona
es boba únicamente ante los ojos de otro bobo, se necesita de un bobo para
poder ver otro bobo.
Perdón abuela, pero déjame explicarte. El maestro nos preguntó, ¿niños cuánto es uno más uno? y a mí como me
gusta participar, le di la respuesta correcta, pero él me dijo, no Juancito uno más uno es dos, y todos los
niños que no saben nada se rieron de mí.
Juancito dijo la abuela, ¿puedes decirme cuanto es “uno
más uno”?, Abuela ¿pero qué pregunta es esa?, todo mundo sabe que “uno más uno”
es “dos unos”.
Ante semejante
respuesta la abuela echo a reír, para luego explicar un poco las matemáticas,
que al parecer eran un problema para el pequeño. Cuando hubo entendido las suma
de uno más uno, y muchas otras sumas, Juancito se tomó la cabeza con las dos
manos y dijo, “Hay abuela hoy si la cage”, la abuela no tuvo tiempo de corregir
el lenguaje de Juancito, ya que este no espero más y salió corriendo hacia el
patio a jugar futbol.
Los campos se cubrieron con el manto de la oscuridad, las
aves buscaron su nido, el sol estiro sus brazos para desperezarse y se fue a
dormir, la luna se colgó de una nube y mostro sus rayos de plata e ilumino la
tierra, la noche había llegado.
Hay abuela ese justo juez de la noche sí que jodio a ese
pobre niño. Juancito cuantas veces tendré que decirte que cuides tus palabras,
se dice fastidio al niño. Abuelita yo creo que tú ya estás muy viejecita ya se
te olvidan las palabras, yo escuche al carnicero que decía: esa señora siempre
que viene, esta jode, que jode, diciendo que la carne que vendo es de caballo. ¡Ves!
la palabra joder si existe. Podrá
existir Juancito pero no es correcto usarla.
Está bien abuela no la mencionare más, pero ojala ya no
me jodan más en la escuela. La viejecita
sonrió y dijo tu eres caso perdido mi niño precioso.